Nada mejor pudo ocurrirle a Colombia, el
Premio Nobel de Paz al Presidente Juan Manuel Santos. Es un reconocimiento a su
labor tesonera de diálogo con las FARC y haber logrado el acuerdo. Así lo ha
entendido la gran mayoría de colombianos, entre los cuales están las víctimas
de los genocidios que viven en los territorios marginados. Pero el premio
obliga al Presidente continuar la lucha por la reconciliación con las
guerrillas hasta culminarla.
¿Qué quieren algunos jefes políticos
obsesivos? ¿Que continuemos enfrentados, que sigan cayendo líderes y que mueran
gentes del común bajo las balas asesinas? No miran atrás, no recuerdan lo que
ha ocurrido en el país: crímenes atizados por las pasiones partidistas, religiosas,
rebeldes, delincuenciales y paramilitares y sus financiadores. ¡Parece que no
tuvieran en la cabeza la historia de Colombia llena de episodios de cruel
violencia!
Tras lo que era entre SÍ y No para aprobar
e improbar el acuerdo con las FARC el país se convirtió en un infierno. Que no
vuelva la época en que los jefes políticos negociaban en los palacios y el
pueblo peleaba para defender una bandera. Se les olvidan las equivocaciones del
pasado que llevaron a la pérdida de Panamá, de la escaramuza criminal tras el
bogotazo, de los asesinatos crueles por rebeldes y de sus contradictores
armados matando por imaginación a sus propios compatriotas. ¿Será que todito
esto se les olvidó?
Unos ya no recuerdan la historia que ha
comprobado la existencia de corrupción en las costumbres políticas con fines de
lograr el poder sin ningún mérito, decencia y honradez. Es un desatino meter en
lío a los menores de 50 años, que no han
sido enterados suficientemente de lo sucedido tiempo atrás. Estamos llegando a extremos: querer repetir
las causas de los mismos hechos sangrientos del pasado.
Los líderes políticos sufren de amnesia y
quieren continuar en su incomprensión de la realidad y arrogancia personal,
fomentando el odio entre los compatriotas y poniendo a pelear a los de abajo,
amparados en su propio egoismo con el fin de seguir en la gloria priviligiada
del poder.
Con sus errates están devolviéndonos,
poniendo en peligro la seguridad de todos que aparentan defender. Porque es
previsible, que así como vamos y no se rectifique, al
menor descuido podrían caer personas inocentes a causa del odio infundido y se
levante la ofuscada multitud ejerciendo la violencia y cobrando sus
resentimientos. ¡Hay que evitar llegar a este estado! Y buscar la paz.
POSDATA: Las marchas por la paz en Bogotá y
otras ciudades del país son manifestación del país nacional que quiere la
conciliación y rechaza el odio entre los colombianos.
TE DESTACAMOS: ¡Debemos defender la paz contra viento y marea! De Jorge
Eliécer Gaitán: “Bienaventurados los que entienden que las palabras de
concordia y de la paz no deben servir para ocultar sentimientos de rencor y
exterminio.”
(14-10-16)