ESCÁNDALO TRAS ESCÁNDALO

Sigue el despelote que sacude al aparato administrativo y político del Estado comprendiendo a sus instituciones. La escalada no se detiene. Algunos casos en conexión directa con actividades relacionadas con negocios privados. A su vez el descubrimiento de nuevos acontecimientos es motivo suficiente para llenar las páginas de los diarios y de los espacios televisivos y radiales. La parapolítica no cesa y contagia el ambiente social, la yidispolítica no se resuelve, la pirapolítica cada día se enciende más, los falsos positivos de las fuerzas militares siguen sin esclarecerse, los congresistas con vínculos oscuros continúan enclavados en sus curules, las cuentas del referendo se enredan, los encarcelados mandan desde la guarida, las licitaciones nacionales se embarullan y los departamentos y municipios por malos manejos de sus gobernadores y alcaldes en desbarajuste.
Este es el escenario que observa el ciudadano, el adolescente y el niño que ya entiende lo que hacen los mayores. Los buenos padres no saben que hacer con sus descendientes, si apagar el televisor o la radio cuando los pequeños todavía no saben leer, o dejarlos solos frente a la transmisión de los malos ejemplos. Es un dilema de los progenitores que nadie lo resuelve, puesto que la moral y la ética no es la referencia social, es la chabacanería que apesta a la sociedad la que se impone.
Frente al diario vivir en que se dan los actos de corrupción, existe el ocultamiento, porque la impunidad producida por indiferencia, información inadecuada o ignorancia del abuso, como también por la activa obstrucción de las investigaciones y procedimientos legales, se aposenta en la geografía de la fiscalía y demás órganos de vigilancia que todavía están bajo el control de la clase política recomendante de sus empleados. El ciudadano en muchos sitios del territorio nacional calla frente a lo que observa y las veedurías se desvanecen por el ataque de aquellos que ejercen influencia mediática a fin de limitar el denuncio sobre hechos dolosos. La mojigatería se impone a la labor tesonera de los que defienden desinteresadamente a la colectividad y la algarabía aplaude.
En la arquitectura del delito está el enriquecimiento ilícito vinculado de alguna manera al aprovechamiento del esguince de la ley para acomodar la ejecución de actos irregulares. Por esta razón hay una veintena de gobernadores y alcaldes condenados por casos de saqueo y de manejos administrativos inescrupulosos claramente castigados por la ley penal, sin que el asunto haya servido de ejemplo para detener el robo. En los municipios y departamentos más modestos, concluido el respectivo periodo, es común observar las nuevas residencias suntuosas de los salientes gobernantes empinadas entre la pobreza. Estos ex funcionarios se desprenden de la humildad y entran a disfrutar de la soberbia, deshaciéndose de la naturaleza de su ser y sin la menor modestia por la meridiana transmutación social. Lo que corrobora la desvergüenza.
Después de estos antecedentes inocultables, actualmente se hacen serios anuncios sobre presuntas actividades ejercidas por la mancomunidad delincuencial que más adelante se podrían convertir en verdades, que relacionan a los gobernadores de Bolívar y Magdalena y a los alcaldes de Santa Marta y Medellín con la recepción de dineros ilícitos para la financiación de sus respectivas campañas políticas. Aunque ellos han negado esos vínculos que se desprenden de la grave acusación, el asunto está pendiente y próximo a la apertura de expedientes.
POSDATA: “Nunca sacrifiques el honor por adquirir honores.”, precisa el militar francés Luis II de Borbón.

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