CAVERNA DE LA CODICIA

Desde hace años la banca no es vista con aprecio por la gran mayoría de los colombianos. Poner un peso allí, genera poco o ningún rendimiento. Por ese motivo y sus tantas prácticas odiosas, no atrae el ahorro de millones de nacionales que la ven como una empresa exclusivamente para elegidos del poder social, económico y político, que excluye al resto de la población. El proceso de bancarización, tanta veces publicitado, se lleva a cabo a través de las prebendas reglamentarias que los grandes dueños de los bancos han logrado conseguir con los respectivos gobiernos para posicionarse en un sitio privilegiado de monopolio.
Igualmente, los controles oficiales han instituido que el mínimo centavo de las operaciones comerciales realizadas por las empresas, el gobierno y los particulares, obligatoriamente tenga que llegar a las arcas de la banca y de las corporaciones. Los pagos del sector productivo y oficial, incluidos salarios, ya no se entregan en cheque o efectivo a los proveedores y trabajadores como antes, sino que se transfieren a través de las cuentas de ahorros o corrientes a los beneficiarios, como imposición privilegiada del sistema operativo bancario.
Desapareció la libreta de ahorro que tenía un costo muy bajo en comparación con el de la tarjeta débito que es altísimo. Las cosas han cambiado demasiado. Mientras con la tradicional libreta de ahorro la persona dejaba un peso y obtenía un rendimiento, con la tarjeta débito ocurre lo contrario. Si deja un peso, al día siguiente desaparece mágicamente por el cobro del valor que tiene su manejo. En la actualidad los bancos pagan a los clientes entre el 9 o 10% anual por su dinero, en tanto que por los préstamos y las compras a través de tarjetas de crédito cobran intereses que oscilan entre 31.2% y 32.6% anual. Esa diferencia, entre lo que pagan a los clientes y lo que cobran, que es la tasa de intermediación, resulta ser bastante elevada, y por lo tanto, no se compadece con las que rigen en otros países latinoamericanos y en el resto del mundo.
A los ricos no les interesa esta cuestión que se está observando, pero al común de la gente sí, por cuanto son sus ingresos los que están afectándose por concepto de los altos costos de los servicios bancarios, incluido el impuesto del 4X1.000. En el momento, el panorama es sombrío, puesto que los bancos y las autoridades oficiales no han querido acabar, de un tajo, con la distancia que hay entre los receptores de dinero y sus clientes. Siendo así, el escape de la gente continuará, explorando otras fuentes de rendimiento para sus ahorros en vez del sistema bancario. En consecuencia, las puertas quedarían abiertas para que los estafadores continúen ofreciendo rentabilidades gaseosas a los incautos a través de las pirámides.
Los oídos tapados y la ceguera bancaria, los impuestos, los pésimos controles estatales y la omisión de los funcionarios públicos, alimentan la creación de captadoras ilegales de dinero (que seguirán vigente y progresando a pesar de las caídas de las existentes), a falta de un sistema de ahorro productivo y con aliciente para la inversión como se tuvo en el pasado, verbigracia, las cédulas de capitalización del saqueado y liquidado Banco Central Hipotecario. Si la euforia pasa, como puede pasar, y la banca y su asociación no responden al clamor ciudadano de rectificar su política corporativa, es previsible que sigan funcionando pirámides a espaldas de las entidades de control financiero. Los excluidos, que son los pobres y los clientes ambiciosos de las pirámides, seguirán sin acceso a la banca y por fuera del progreso individual que podría generar su socialización
POSDATA: “¿Quieres ser rico? Pues no te afanes en aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia.” Fue una advertencia del filósofo griego Epicuro.

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