PROCURADOR Y DEFENSOR, TAN IGUAL

No se puede desconocer la importancia que dentro de nuestro estado social de derecho y democrático tienen la Procuraduría General de la Nación y la Defensoría del Pueblo. Ambas estrenan nuevos titulares. El primero de ellos, elegido por el Senado de la República, Alejandro Ordoñez Maldonado, fue y es controvertido por su testarudo pensamiento que no se compaginaba con el ejercicio de las atribuciones de la Procuraduría. El segundo, Volmar Pérez Ortiz, reelegido y reconfirmado por la Cámara de Representantes, contra la oposición de un sector de la opinión pública que no estuvo de acuerdo con su continuación. Finalmente, los dos se ganaron la chanfaina.
Las observaciones públicas que se hicieron respecto a esos candidatos no fueron para tachar sus calidades académicas, se debieron a otros motivos. El candidato a Procurador y luego elegido, contó con dos meses para celebrar tantos ágapes como fueron necesarios en busca del cargo, hasta ofrecer su plena colaboración para promover un proyecto de ley que excluya a los Congresistas de su órbita de investigación. Mientras que los otros dos integrantes de la terna no tuvieron esa posibilidad. ¡Qué ironía! El Defensor del Pueblo reelegido, ha sido suficientemente debatido por la mediana labor cumplida en la entidad. Su candidatura obedeció a una decisión presidencial destinada a satisfacer el apetito burocrático del partido al cual pertenece, como aliado incondicional que es de la Casa Presidencial. Es más bien un premio para mantener el equilibrio de la participación conservadora en el reparto administrativo del poder.
El antecedente puesto en evidencia sobre los dos personajes, nos ponen a pensar en que en ambas entidades seguirá haciéndose lo mismo, tan igual como en el pasado: demoras en el trámite de quejas y abandono a la protección ciudadana en derechos humanos. Entre la euforia triunfalista del Congreso de la República, se resalta que en la realización de las elecciones se impuso, aunque se niegue, el carnaval de ofrecimientos burocráticos de parte de los candidatos, a cambio del voto unísono. El Congreso se olvidó de la necesidad de un proyecto fortificado para la construcción de una nueva política que saque a estas instituciones del marasmo en que se encuentran.
La compraventa del voto es un caso de corrupción que se dio en los salones del Capitolio, en momentos en que la Nación entera aspiraba a una luz en el túnel, pero lo que vino fue la oscuridad para convertirse en un contrario del pensamiento de la gente. Aquí se hizo la selección con menucia y maraña. En vez de forjarse el mejor ejemplo patriótico para superar el desprestigio en que se encuentra la rama legislativa, se corroboró que las cosas continúan dándose de la misma manera y sin mejoramiento de pulcritud en la actividad congresal. Pues el observatorio del proceso permite concluir que se impuso el clientelismo y la prebenda en medio de la algarabía para coronar a estos dos ciudadanos en sus respectivos empleos.
Seguirán los resultados tardíos de la labor de la Procuraduría General de la Nación, sin mejoría para el procedimiento de la gestión oportuna de los procesos disciplinarios y con el legado de aumentar el pasivo de la moral pública. La defensa de los derechos humanos desde la Defensoría del Pueblo continuará en el limbo, privándosele a la ciudadanía a su acceso y amparo puntual sin razón. En las dos se presume cuatro años de lo mismo y un balance futurista insatisfactorio, puesto que el Defensor del Pueblo ejerce sus funciones bajo la suprema autoridad del Procurador General de la Nación. Ojalá, esta previsión no se cumpla, como se ve tan claramente hoy.
POSDATA: A los lectores y amigos les deseo feliz navidad y un año 2009 próspero y lleno de felicidad en unión familiar.

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