CONFUSIÓN DEL MINISTRO DE HACIENDA

Muchos televidentes quedamos perplejos cuando escuchamos en la noche del martes pasado la intervención del Ministro de Hacienda y Crédito Público Óscar Iván Zuluaga en el Senado de la República, dentro del debate que se realizó con motivo de los audaces negocios empresariales emprendidos por los hijos del Presidente de la República. Lo que más llamó la atención del público que seguía la controversia fue la enorme confusión del ministro en lo referente al derecho y a la moral. Para él, la moral de los funcionarios públicos es la ley, que es la letra menuda de la Carta Política. Entonces, es moral quien cumple los estatutos legales sin más arandelas, así es el monstruo de concepto que tiene en la cabeza.
No resultó ser el economista que todos pensábamos, dio una mala imagen al demostrar su precaria formación humanista, con la que orgullosamente confundió al público. Su contrariada postura dejó un mensaje bramido que destrozó el catálogo doctrinario universal que han construido los grandes filósofos y pensadores de siempre y practicado por la humanidad. La moral, que debe estar presente en la actuación individual del hombre y la mujer, no es vademécum como tampoco un estatuto específico; así, pues, una persona puede ser cumplidora de la ley, pero con su mal comportamiento puede tener conductas que atentan contra la moral.
De la misma manera el ministro, con su infantil juego demagógico, enredó a los televidentes para descalificar la ética como ciencia de la filosofía que estudia la moral y las obligaciones de la persona humana. Pero no bastó esto, sino que también reubicó a la moral como parte del orden jurídico, cuando si bien tiene una relación con éste, no hace parte de ese cuerpo, ya que moral y derecho son autónomos. La moral pertenece a las acciones de las personas desde el punto de vista del bien o del mal. El derecho es todo aquello que la ley o la autoridad establece para regular las relaciones humanas. En la medida que la sociedad distinga que es bueno o malo se mueve en el campo moral. Cosa distinta sería obedecer o violar la ley.
Ante semejante confusión del Ministro, es una obligación aconsejarle que se prepare para el próximo debate en el Congreso de la República. Es de su conveniencia personal que relea algunas lecturas que ya ha olvidado o que nunca ha leído (que es lo más probable) para desenredar el embrollo de su mente: nada más aconsejable que repasar las elementales lecciones del profesor Rodrigo Noguera Laborde (q.e.p.d) para entender la división que existe entre moral y derecho, malamente harina y arena revueltas en el mismo saco por el actor.
El senador Roberto Gerlein, viejo zorro de la política, sin más aducción, logró atribuir el debate a una cacería contra el Presidente Uribe, logrando con esa postura radicalísima congelar los ánimos para otras intervenciones de los escuderos de la Casa de Nariño. Así fue, que con esta excepción y el lelilí del Ministro en mención, la compostura humana del resto de la representación gubernamental y senatorial transcurrió de manera serena y meticulosa, cada uno exponiendo lo que en su saber y entender merecía. Los convocantes del debate pudieron mostrar el montaje del negocio de los delfines y el favorecimiento recibido por la intervención pública en el proceso. Por su parte, la defensa política exhibió debilidades y la que estuvo a cargo de los ministros de Comercio y de Transporte, dio parte invocando normas y ciñéndose a ellas para justificar sus actos y demostrar que, por ajustarse a la ley, están libres de pecado. Inocencia, claro, para la que no ha habido ni confesión ni hostia.
POSDATA: Es menester entender al tratadista español Joaquín Setanti: “Servirse debe el hombre, en cualquier cosa, antes de la razón que de las manos.”

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