TASAS DE INTERÉS DEBEN BAJAR

Colombia se encuentra en una situación de crisis económica al igual que el resto del mundo. El dinamismo económico se ha frenado y se observa, principalmente, un aumento de la tasa de desempleo, una disminución de la actividad productiva y del consumo, entre otras variables afectadas. Contemplamos que el sector empresarial aplaudió la baja de la tasa de interés de los préstamos a corto plazo que otorga el Banco de la República a las entidades financieras, la cual pasó del 10% que estaba en julio del año pasado, al 6%. El hecho anterior fue objeto de una aclamación tan grande que nos llenó de alegría a todos, eso era de esperarse, ya que en meses anteriores se había advertido que si la tasa bajaba, las empresas y los ciudadanos tendrían mejores oportunidades de acceso al crédito bancario con buena tasa de interés.
Los días han pasado y el asunto no se ha dado tan rápido como esperábamos. Por ejemplo, la tasa de interés del crédito de consumo y de tarjetas está por encima del 30% anual, tan igual como cuando la tasa de intervención del emisor era altísima. A pesar de la creciente expectativa que existía sobre la rebaja, los bancos se resisten a disminuir el costo del dinero, pues parece que la medida del banco central no motivó al sector bancario y más bien se depositó en los banqueros la desconfianza por la poca capacidad de pago que pueda tener la gente. Por el lado de la oferta de dinero a los empresarios, tampoco se abren las puertas para el crédito barato. Es menester recordar que el crédito bancario es necesario para el desarrollo y crecimiento de la actividad económica de cualquier país. Olvidar esto, es ir en contravía.
Desde el último trimestre del año pasado se había observado una desaceleración de la actividad económica, porque se experimentó una caída del PIB (producto interno bruto) del 0.7%, lo cual era un signo de que algo andaba mal en la economía. Significaba que no estábamos librados del mal que afectaba al mundo desarrollado. Finalmente, todo se confirmó al concluir el año 2008. El crecimiento de la economía se situó en 2.5%, aumento bastante inferior respecto al experimentado en el año 2007 que fue de 7.5%. Y siguió el deterioro. El primer trimestre del 2009 no fue favorable, situación que ratificó el pronóstico de la crisis. La producción industrial cayó en 12.8% y las ventas al por menor en 4.1%, y el desempleo se ubicó en 12.9%.
El país tiene que levantar cabeza. El reto es crear empleo a través de la fundación de empresas y negocios que tengan la capacidad de absorber la mano de obra disponible del mercado laboral. Si las fuentes de trabajo no crecen, es imposible que la gente cuente con ingresos (como remuneración al trabajo) para consumir los bienes y servicios que las empresas y negocios produzcan. Tanto las corporaciones como los negocios necesitan, para ampliar su capacidad productiva, contar con líneas de crédito bancario. Al igual, que los consumidores demandan dinero para comprar y satisfacer sus necesidades domésticas.
Por su parte, el Estado que cuenta con ingresos originados en los impuestos tiene que cumplir el papel tradicional de productor y consumidor. Deberá gastar y sacar los ahorros para no desprenderse de su misión. Tanto la acción empresarial privada como la del Estado tienen que articularse y apoyarse para superar la crisis y crear empleos. De modo que los bancos deben bajar las tasas de interés, los particulares invertir en nuevas empresas y el Estado ejecutar puntualmente los grandes proyectos de obras públicas anunciados y ejercer sus atribuciones de intervención y control, a pesar de que los neoliberales pretendan excluirlo. Menos publicidad y más acción con el fin de evitar el retraso del proyecto de progreso en curso. Es evidente que el fracaso del sistema capitalista ha sido el exceso de libertad económica a causa del ausentismo estatal. ¡Habrá lugar a rectificar!
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