ROMERÍA DEL ZAR ANTICORRUPCIÓN

Otra vez el Zar Anticorrupción de la Presidencia de la República en nuestro predio. No se desconoce que su obligación es estar aquí y allá, predicando sobre la ética pública y exhortando a los gobernantes para que no pequen. A pesar de esto, que es recurrente, todavía hay muchas cosas que los ciudadanos desconocen que pasan dentro del funcionamiento del Estado nacional, departamental, distrital y municipal. Es frecuente que el acceso a la información pública (AIP) se bloquee para que las actividades que ejecuta el gobernante no sean conocidas públicamente. La mano negra convierte lo público en privado por arte y magia. El poder se impone a la transparencia y se hace todo lo contrario a lo que dispone la ley.

Todo peregrinaje oficial del Zar Anticorrupción Presidencial magnetiza al público, porque conlleva el mensaje de acabar con la epidemia de la descomposición administrativa. Las frecuentes evaluaciones de los pactos de transparencia por el susodicho Zar, convenidos con las gobernaciones y alcaldías, no catequizan el auditorio, por el contrario lo dejan perplejo por la falta de resultados concretos y poco avance en el exterminio o la disminución del escenario putrefacto que les quita a las comunidades la oportunidad de avanzar socialmente.

Es de conocimiento público que se han establecido en la administración prácticas tan aberrantes que ni siquiera los órganos de control y la Oficina Anticorrupción de la Presidencia de la República han podido detener, a pesar de que sus representantes no hacen otra cosa que zurrar a diario sobre el mismo tema. Se observa que las palabras se las lleva el viento y la tarea ejemplar y obsesiva de los portavoces se gasifica antes de entrar al oído de los gobernadores y alcaldes. Algunos, de los dueños del poder, conducen la contratación pública y la nómina oficial por la ronda de la trampa, sin la menor sospecha por parte de los tesoneros predicadores.

De modo que los manejos inescrupulosos ruedan con mucha facilidad por el pavimento administrativo para timar la mayor tajada del pastel presupuestal. Así lo ha reconocido el Zar en su breve recorrido y ante los protagonistas del escándalo que pasan de agache. Placenteramente se impone el abuso del poder y el mal uso de los recursos públicos. Es de común conocimiento que se celebran contratos irregularmente y otros se ejecutan, de manera dudosa, se dictan normas que favorecen al indicado por el funcionario de turno y se hacen nombramientos inescrupulosos que recaen en personas de sospechosa conducta. En fin, el sistema de pesos y contrapesos no funciona.

La labor de las veedurías, como buena herramienta para la vigilancia de la gestión pública, se está apagando en ciertas regiones. En esto, hay personas que atizan, recriminan reiterativamente y controvierten con demasiado ahínco a las veedurías, tristemente, algunos actores incrustados en los sectores mediáticos, que no dejan pasar un día sin machacar sobre lo mismo. Igualmente, periodistas, en la provincia están seguros de que la corrupción pública es una alucinación, no entienden que es dañina para la convivencia ciudadana y la democracia. Pero lo más peligroso es la desinformación a la ciudadanía sobre el papel de las veedurías, porque socava la credibilidad de la prensa lo que va en contra del mantenimiento de la paz y de la concordia.

POSDATA: Al día, el pensamiento del filósofo griego Demócrates: “Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa.”

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