El pasado jueves 23 de junio, el salón de
convenciones de La Habana se llenó de selectos invitados y cumplidos lagartos,
con el fin de celebrar un nuevo amanecer para Colombia. De un día para otro,
pasamos de un país atormentado por los horrendos crímenes cometidos por la
guerrilla y sus aliados, a otro que el establecimiento nos pinta en paz. Hoy es
común que no falte en una reunión social, en un café o en un corrillo, el
comentario entre la gente de lo que podría pasar durante el posconflicto una
vez rubricado el proceso de paz con las FARC.
Unos ciudadanos están totalmente
convencidos de que una vez se llegue a un arreglo con la guerrilla podría cesar
la violencia y que el remozado país que nos dibuja el gobierno nacional, es
posible. Los aferrados incrédulos opinan que la criminalidad aumentará más de
la cuenta y no habría tanta miel. Por último, los analíticos de la situación,
piensan, que mientras exista el desorden institucional y la corrupción en las
ramas del poder público, es imposible recobrar la tranquilidad y lograr una
nación sin zozobra social.
El mal ejemplo de la mayoría de la
dirigencia nacional ha llevado al común de la gente a no tragar entero y a
tener un comportamiento menos genuflexo al curubito del poder que antes
engolosinaba y sometía a la gente a semejante ambigüedad.
En un apiñamiento de abuelas, madres,
hijas, tías y comadres, y sin asistencia de pitonisa, llegaron a la conclusión,
que ante la desfachatez de muchos de los actuales políticos, preferirían a los
guerrilleros porque algunos de ellos podrían resultar buenos hombres y mejores
que los actuales congresistas. Así las contertulias saboreaban algo del
almíbar, y convencidas de lo resuelto, se llenaron de esperanza que las obligaba
a tomar una decisión unánime, votando el plebiscito que aprobaría el acuerdo de
paz con las FARC.
Pues no es sinsentido como resolvieron el
caso del voto las descendientes y allegadas, porque al comentar la presente
causa entre jóvenes, la mayoría adhirió sin alegato y con rigurosidad
cumpliendo con su acervo familar.
POSDATA: A la orden el pensamiento del escritor hispanoárabe Ben Sira: “Ante una
mesa dispuesta y servida, toda contienda cesa.”
TE DESTACAMOS: Las cooperativas en el país son
una rueda suelta. Si los fundadores del cooperativismo de Rochdale, Inglaterra,
estuvieran presentes y vieran el funcionamiento del sistema colombiano creado
por ellos en 1844, se quedarían aterrados. Los especuladores de nuestro sector
cooperativo, porque no se les puede llamar de otra manera, han desvirtuado el
objeto y la “Carta de Cooperación” de sus gestores. Hoy cobran por los
préstamos más del 100% de los intereses permitidos por las autoridades
financieras. Del sistema viven los defraudadores de los trabajadores y de los
pensionados. La Supersolidaria se quedó sin dientes para vigilarlo.