ESTIGMA, O INCÓLUME

En los escándalos de la “parapolítica” o “narcopolítica”, se encuentran involucrados algunos políticos y personas de nuestra región; y ante el panorama turbio, surgen opiniones de diversos ángulos, generalizada, que nos quieren poner en un sitio distinto al que nos corresponde. Si partimos de que todos somos iguales, habría motivo para que el hombre del Caribe se sintiera estigmatizado, con sabor de mala fama o marcado para siempre. Pero no somos iguales, entre nosotros hay buenos y malos, como ocurre en todos los departamentos de Colombia y en las sociedades del mundo.

El papel obligado que corresponde a quienes tenemos acceso a los medios de comunicación y a los que tienen poder de convocatoria es defender la raza para construir linderos y no generalizar el asunto, pues una actuación distinta podría entenderse que estuvimos con los protagonistas del alboroto. Algunos han vivido una época de tolerancia y de aceptación general admitiendo que todo medio que se utiliza para alcanzar el poder es bueno siempre y cuando tenga éxito. Y por eso vegetamos una temporada de silencio en que ciertos sectores informados callaron y enmudecieron ante a los hechos que se estaban gestando en el cuerpo de nuestra sociedad. Estuvieron convencidos que la olla nunca se iba a destapar y otros todavía siguen en la misma creencia.

Ciertos grupos sociales están acostumbrados a opinar solamente cuando el agua da al cuello, en el entretanto se portan como mansos corderos y son conniventes con el estado de cosas del entorno en estado de putrefacción. Que la crisis de valores se haya iniciado en nuestra Costa Caribe, ¡bienvenida! Habrá que afrontarla, con el valor que poseen los hombres de bien, para no aparecer ante la opinión pública como defensores de una situación oscura, que en vez de aclarar los hechos ensuciarían a quienes nos sentimos orgullosos de haber nacido en territorio del Caribe colombiano.

En esta etapa crucial, lo que hay que salvaguardar son los valores. Uno de los pueblos con más valores es el nuestro. Es posible que ante la imagen nacional se haya manchado su arraigo por culpa de ciertos dirigentes que se olvidaron que la ética y la política van cogidas de la mano. Lo bueno y lo malo transitan en paralelo, lo que por su equidistancia supone que nunca se confundirán. En esta geometría no hay punto intermedio. A la ley natural la complementa la ley positiva. Nuestros ascendientes que dieron ejemplo pudieron atinar escogiendo el camino correcto. Otros que no aprendieron el paradigma se levantaron en un medio de costumbres aberrantes que hoy los tiene luchando en franca lid con los jueces y tribunales.

La virtud está del lado bueno y el vicio del malo. La virtud “es una cualidad de la voluntad que supone un bien para uno mismo y para los demás”, es también “tomar las decisiones correctas en las situaciones más adversas”. Y desde Aristóteles, comprende la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templaza. El centro es el hombre y la mujer de carne y hueso, sea que ejerzan de empresario, de profesional, de trabajador o de político. La fama, el poder, la riqueza, el placer y los honores se ganan practicando la virtud. Aquellos que pisan sobre los terrenos del vicio se atienen a lo que dispongan las leyes y la sanción social.

Una conducta ética está por encima de apreciaciones sujetivas. Por cuyo motivo, la razón nos obliga a examinar cada decisión antes de proceder a llevarla a cabo. Evitar el tropezón para no caer en el precipicio que nos conduce a ser excluido del conglomerado humano por haber hecho daño al resto de los conciudadanos. La inmensa mayoría de la gente de bien del Caribe debe estar tranquila porque no les cae el verbo estigmatizar.

POSDATA: Según el sacerdote jesuita Alberto Parra, teólogo de la Universidad Javeriana, los principios éticos tienen carácter general: “Haz el bien, evita el mal”.

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