POLÍTICA Y POLÍTICOS

Para la mente estrecha de algunos políticos, su actividad cualquiera que sea, aún al margen de la ley, es legal y moral. La gente del país se ha acostumbrado a aceptar que todo lo que toca la política se corrompe. Casi siempre el Estado (como poder) está en manos de políticos o recomendados de éstos. La ideología como sistema de ideas o de opinión se ha ido rezagando a tal punto que los partidos o fracciones políticas se mantienen según su cercanía o lejanía de quien ejerce el poder. Esto se ha venido comprobando en los últimos años cuando los partidos tradicionales (liberal y conservador) se han desmoronado (crisis de ideas) y a la vez desmantelando (corrida al poder).

No hay ideólogos en los partidos, el pensamiento de sus hombres es coyuntural y de corto plazo. Desparecieron los constructores de ideas. Lo que hoy existe no tiene prospecto frente a la solución de los grandes problemas nacionales: como la justicia, la pobreza, el medio ambiente, la distribución de la propiedad y el ordenamiento de las ciudades y el campo. Las ideas quedaron por el suelo. Ahora los políticos triunfan individualmente a punta de alianzas sospechosas, arañar en el presupuesto público y repartir lo ajeno: los impuestos. Han privatizado la administración, con un alto grado de cinismo que cualquier obra que el Estado realiza, no falta uno que se adueñe de ella y la presente ante su electorado como propia, cuando la financiación ha sido sufragada con recursos de los contribuyentes.

Los valores que antes defendieron el liberalismo y el conservatismo están por el suelo. Lo que existió se acabó, borraron el pasado que era ejemplo para su mantenimiento y atracción de la nueva generación. Se acentúa el caudillismo y el culto a la personalidad, según cada cual se mueva alrededor del poder para conseguir favores y prebendas, mecanismo que sabemos crea favoritismo y exclusiones aberrantes. Además, divide a la sociedad entre privilegiados y marginados. Por un lado prospera la envidia y por el otro la arrogancia.

El pensador, de primera categoría, que pinta Maurice Duverger: coordinador de un sistema que recoge los elementos esparcidos y hacedor de una construcción sólida en que están todas las piezas engarzadas, desapareció hace tiempo. Hoy está la recua, que apenas da pasitos en convenciones para elegir a sus dirigentes. Y éstos, con escasa separación intelectual del resto, cargados de pecados se hacen jefes vulnerables ante el ataque del enemigo. Así, sus figuras pierden credibilidad y en vez de fortalecer a los partidos con su presencia, los hunden.

Grande la estocada dada a las ideas. Por eso el ciudadano apenas piensa en los partidos según éstos le sirvan para atender sus favores personales. De otra manera, no hay atracción para integrarse a ellos y contribuir con su capacidad de pensamiento a consolidar una opinión. Se desaprovecha el aglutinamiento que es un medio para hacer la arquitectura ideológica y lograr el fortalecimiento social. Lo que suma es la suma. Más gente alrededor de un buen repartidor de soluciones inmediatas, en beneficio de pequeños grupos que idolatran al jefe que gestiona, pero que excluye al resto de la población que es la mayoría.

El antagonismo político se fue al traste. Todos piensan igual. El estudio de la formación de las leyes es infértil. Con ello se ha ido matando la cultura que tuvimos y que pudimos heredar de nuestros antepasados, mejorarla si era el caso, en busca de la formación de hombres y mujeres para el manejo de los asuntos públicos. Como consecuencia de ese error en que incurrimos, los problemas se han venido agrandando y el camino cerrándose para un modelo de porvenir que cierre la brecha entre pobres (excluidos) y ricos (privilegiados).

POSDATA: Creyendo en el místico español San Juan de la Cruz: “Después de la miseria y tormenta viene abundancia y bonanza”.

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