Lamento el estado de limbo en que se encuentra el gobierno del departamento de Córdoba, agobiado por el clientelismo, la politiquería y la corrupción, males que han contribuido para que ciertos personajes de la política local hayan participado en la comilona del presupuesto público o hayan facilitado el camino para que otros hagan lo mismo. Olvidando un poco lo que pasa y en espera de nuevos episodios, vuelvo a los comentarios habituales, creyendo que el hilo embrollado en la pata de la gallina se desenrede prontamente y el ambiente se normalice totalmente.
El servicio de transporte público masivo viene siendo uno de los grandes problemas de nuestras ciudades. Bogotá, lo tiene de gran tamaño, lo mismo que Barranquilla y Montería. O sea, que la cuestión es una dificultad que enfrentan los especialistas en movilidad, los urbanistas y los citadinos. Las motos, buses, taxis y la falta de autoridad, son columna vertebral del mal que aqueja directamente a los ciudadanos, especialmente a los que tienen que embarcarse en un “endiablado” de estos medios de transporte mencionados.
La estrategia del plan de desarrollo nacional que apoya la construcción del denominado Transmilenio para algunas ciudades de Colombia y los planes de ordenamiento territoriales (POT) que se han embaucado en este mismo sistema que no soluciona el grave problema del transporte urbano, podrían estar equivocados, cuando uno observa lo que está pasando en la Capital de la República.
En el caso de Montería, los negociantes y las autoridades que manejan el sector saltan de una solución a otra sin que lo propuesto sea la satisfacción a fin de garantizar que el servicio va a mejorar en el mediano plazo. O sea que sigue la francachela. En esta materia existen muchas trabas, que están relacionadas con la falta de identificación de los alcaldes de turno con el tema, puesto que casi nunca procuran que ocupe este asunto prioridad entre los objetivos que se incluyen en los planes de desarrollo locales. Es una problemática que se ha dejado en manos de los secretarios de tránsito o transporte (recomendados políticos inexpertos en el tema), con el consiguiente resultado que estamos viendo, o sea sin proyección futura y menos sostenible en el tiempo.
Las ciudades del territorio nacional tienen que mirar hacia otros lugares que ya poseen redes de transporte masivo funcionando sin la molestia que hoy soportamos. Lo ideal es un metro, y Medellín sería ejemplo. Pero para medianas y pequeñas no se puede olvidar que hay otros sistemas buenos movidos por energía eléctrica, para lo cual la acción estatal es fundamental a efectos de atraer la inversión privada, que con lo público se garantizarían proyectos con capital mixto para atender esta finalidad. Mal está haciendo el Estado al excluirse de la prestación de este servicio.
El Transmilenio colombiano es una copia de lo que tiene la ciudad de Curitiba (Brasil), con una población de 1.800.000 habitantes, muy distante de Bogotá y también de Montería. No es la perfección para transplantar, como lo hizo creer el exalcalde Enrique Peñalosa. Verbigracia, en la Capital de Colombia los enemigos del metro hablan de un trastorno urbano que provocaría su construcción, cosa que no es cierta. Los adelantos técnicos ya tienen maquinaria sofisticada, especie de topo, que trabaja por debajo del nivel de las urbes, como se está haciendo en Singapur con 5.000.000 de habitantes y 10.000.000 de turistas, por encima de la más poblada del país. Sin lugar a dudas, falta una política pública nacional clara para este sector, que sostenga estándares de comodidad, velocidad y precio del tiquete.
POSDATA: En el campo de los aciertos está la voz del hispanoromano Lucio Anneo Séneca: “Bueno es tener éxito pero mejor es tener en que apoyarlo.”
El servicio de transporte público masivo viene siendo uno de los grandes problemas de nuestras ciudades. Bogotá, lo tiene de gran tamaño, lo mismo que Barranquilla y Montería. O sea, que la cuestión es una dificultad que enfrentan los especialistas en movilidad, los urbanistas y los citadinos. Las motos, buses, taxis y la falta de autoridad, son columna vertebral del mal que aqueja directamente a los ciudadanos, especialmente a los que tienen que embarcarse en un “endiablado” de estos medios de transporte mencionados.
La estrategia del plan de desarrollo nacional que apoya la construcción del denominado Transmilenio para algunas ciudades de Colombia y los planes de ordenamiento territoriales (POT) que se han embaucado en este mismo sistema que no soluciona el grave problema del transporte urbano, podrían estar equivocados, cuando uno observa lo que está pasando en la Capital de la República.
En el caso de Montería, los negociantes y las autoridades que manejan el sector saltan de una solución a otra sin que lo propuesto sea la satisfacción a fin de garantizar que el servicio va a mejorar en el mediano plazo. O sea que sigue la francachela. En esta materia existen muchas trabas, que están relacionadas con la falta de identificación de los alcaldes de turno con el tema, puesto que casi nunca procuran que ocupe este asunto prioridad entre los objetivos que se incluyen en los planes de desarrollo locales. Es una problemática que se ha dejado en manos de los secretarios de tránsito o transporte (recomendados políticos inexpertos en el tema), con el consiguiente resultado que estamos viendo, o sea sin proyección futura y menos sostenible en el tiempo.
Las ciudades del territorio nacional tienen que mirar hacia otros lugares que ya poseen redes de transporte masivo funcionando sin la molestia que hoy soportamos. Lo ideal es un metro, y Medellín sería ejemplo. Pero para medianas y pequeñas no se puede olvidar que hay otros sistemas buenos movidos por energía eléctrica, para lo cual la acción estatal es fundamental a efectos de atraer la inversión privada, que con lo público se garantizarían proyectos con capital mixto para atender esta finalidad. Mal está haciendo el Estado al excluirse de la prestación de este servicio.
El Transmilenio colombiano es una copia de lo que tiene la ciudad de Curitiba (Brasil), con una población de 1.800.000 habitantes, muy distante de Bogotá y también de Montería. No es la perfección para transplantar, como lo hizo creer el exalcalde Enrique Peñalosa. Verbigracia, en la Capital de Colombia los enemigos del metro hablan de un trastorno urbano que provocaría su construcción, cosa que no es cierta. Los adelantos técnicos ya tienen maquinaria sofisticada, especie de topo, que trabaja por debajo del nivel de las urbes, como se está haciendo en Singapur con 5.000.000 de habitantes y 10.000.000 de turistas, por encima de la más poblada del país. Sin lugar a dudas, falta una política pública nacional clara para este sector, que sostenga estándares de comodidad, velocidad y precio del tiquete.
POSDATA: En el campo de los aciertos está la voz del hispanoromano Lucio Anneo Séneca: “Bueno es tener éxito pero mejor es tener en que apoyarlo.”