CHATARRIZACIÓN DE TRANSMILENIO

Colombia está casada con el sistema de transporte masivo conocido como Transmilenio. Por lo menos, durante este cuatrienio, mientras esté vigente el plan de desarrollo nacional del actual gobierno el objetivo no cambiará. Con excepción de Medellín, ninguna ciudad del país se ha interesado en estudiar la viabilidad de otra opción que no sea la de buses de gasolina o acpm sobre una vía troncal pavimentada. Si bien el sistema elegido puede resultar aparentemente bueno, para algunos; en la práctica, no garantiza la movilidad oportuna que demanda el aumento de la urbanización. Bogotá, en etapa de ensayo, tiene serios problemas.

El plan nacional de desarrollo, asegura la cofinanciación nacional con participación territorial de Transmilenios para ciudades específicas, como: Bogotá, Cali, Pereira-Dosquebradas, Barranquilla-Soledad, Cartagena, Bucaramanga, y la extensión hasta Soacha y Valle de Aburrá, siempre y cuando exista la factibilidad técnica de los proyectos. Desde luego, el plan sostiene, que es condición necesaria que los participantes tengan espacios fiscales que alcancen a financiarlos; e igualmente señala la existencia de una política pública sostenible sobre la operación y administración del sistema masivo de transporte que se escoja. Siendo así, el Transmilenio queda amarrado al plan.

Con todo lo que se pregona, Transmilenio no es lo mejor. El país no es un gran productor de petróleo, no es el vecino Venezuela que lo tiene y le sobra. El precio del barril sube por ascensor. Para nosotros, el futuro no es halagador en este renglón productivo. Pero, tenemos otro recurso que puede sustentar un sistema de transporte, que es la energía eléctrica. Hay de sobra, y su precio, si se mantiene la producción, dentro de un objetivo de sostenibilidad económica, es favorable para el desarrollo de proyectos de transporte urbano masivo.

Benditas las capitales de Latinoamérica, que como Buenos Aires, ciudad de México, Brasilia Santiago y Caracas, tienen metros, con orgullo y prestando un buen servicio, aunque existen otros medios de transporte como el bus y el ferrocarril (este último en Buenos Aires), que los complementan. Otras ciudades Hispanoamericanas emprenden proyectos basado en el sistema eléctrico, como Lima y San José. De una encuesta reciente en Lima, resultó que más del 85% de los peruanos respondieron que la capital debe tener un tren eléctrico. Si en nuestras ciudades, hiciéramos la misma investigación estadística, la respuesta sería igual o de mayor favorabilidad, lo cual corroboraría la necesidad de cambiar el rumbo.

El transporte eléctrico masivo no contamina el ambiente y el tren es más veloz, seguro y de mayor capacidad de pasajeros. Aun cuando se siga defendiendo el sistema Transmilenio, éste no tiene futuro. El tamaño de los buses y la capacidad de las vías no son suficientes para satisfacer una demanda en crecimiento. El número de pasajeros por bus tiene su techo y la posibilidad de incrementar las unidades de transporte también, específicamente en las horas picos, porque se requeriría construir vías mucho más anchas.

En el mundo actual tiene prioridad la defensa y protección del medio ambiente, indispensable para la vida del hombre, de los animales y de las plantas, por lo que no hay razones para que nuestros gobernantes estén tan aferrados a Transmilenio, a no ser que existan razones poderosas de carácter económico, que los aten para un matrimonio obligatorio. Sobre esta elección, habrá que rectificar y poner en práctica una nueva política pública, señalando nuevos derroteros que tengan en cuenta el uso de energías alternativas para el futuro sistema de transporte masivo de las grandes, medianas y pequeñas ciudades colombianas.

POSDATA: Con lo que está sucediendo, Ambros Bierce tendría la razón: “La política es la conducción de los asuntos públicos para el provecho de los particulares”.

Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites More

 
Design by Radium | Bloggerized by Radium