FERIA DEL TRUEQUE EMPRESARIAL
Por Édgar Vergara Figueredo
Neoliberalismo y globalización van de la mano para desmantelar la propiedad estatal y privada colombiana. La venta de activos de empresas por parte del Gobierno Nacional, como Propal, Telecom, Ecogás, Agrícola de Seguros, Fen, Bancos Popular, Cafetero y Granahorrar, y las que se anuncia que seguirán, entre las cuales están Isa, Isagén, Iss, Cajanal, Caprecom, electrificadoras, refinerías, clínicas, hospitales y otros activos financieros, está llena de lunares que apenas alicora de fortuna a los beneficiarios del proyecto ya sean nacionales o extranjeros y consolida una sinarquía.
Ni hablar de las ejecutadas por el sector privado como Coltabaco, Bavaria, Avianca, El Tiempo y en proyecto Citytv, que se entregaron y se entregarán a corporaciones trasnacionales. Con la venta de medios de comunicación se hipoteca parcialmente la democracia colombiana y también la dignidad nacional a las multinacionales. Así se diga, por los mismos extranjeros que compran, que ellos no van a imponer el contenido ideológico, resulta romántico. De lo que uno sí hay convencimiento es que finalmente decidirían sobre el mismo, orientándolo, así no se quiera. Es una cuestión de negocio, el dueño manda. Pensar lo contrario, sería desconocer la costumbre del comercio impuesta para este caso concreto.
Desafortunadamente, lo que se está haciendo en esta materia, es aplicar el mensaje y el desarrollo de la política económica del Fondo Monetario Internacional, seguido al pie de la letra por el Gobierno en cuanto a propiedad estatal. Desde luego, política apoyada por la comisión de gasto público, conformada por las figuras más sobresalientes del neoliberalismo colombiano. Por eso, ninguna recomendación novedosa pudo esperarse de este comité áulico. Se supone que los ingresos de esas ventas de activos públicos van al presupuesto nacional, con el agravante de que si no tienen un fin específico visible, contribuyen a incrementar el gasto corriente o el de inversiones con poco beneficio social, sea uno u otro el camino escogido no está exento de derroche de recursos públicos.
Los particulares imitan al Estado. El Estado vende bajo la etiqueta de que es mal administrador de sus propios negocios, obedeciendo a un principio neoliberal. Los particulares lo hacen para sacar la plata, llevarla al exterior y evadir impuestos. Cuando esto sucede se exporta trabajo nacional que nunca más vuelve al país. Por la venta, llega plata, pero igualmente se va. No hay que olvidar que la inversión extranjera resulta mucho más fructífera cuando se utiliza para la creación de nuevas empresas. En este caso preciso, el impacto sobre el crecimiento económico y social es mucho mayor, puesto que hay la creación de nuevos puestos de trabajo, lo que va acompañado de la irrigación de dinero por el espacio económico, a través del efecto multiplicador del consumo y la producción, que trae consigo el aumento de la renta nacional.
Hecho un balance, se infiere que a los partidos políticos y a sus dirigentes parece que nada de esto les interesa. El debate en público y en el seno de las Cámaras sobre el tema es cada día menos intenso. Los autorizados para hacerlo, pertenecientes al partido liberal y al PDA, deberían estar al pie del horno que arde (por ser la oposición), pero como no lo están se enfrascan en discusiones distintas, dejando la dirección estatal con las manos sueltas para disponer de los bienes públicos sin la mayor discusión respecto al desmantelamiento del Estado. Pues con esa manera de actuar para qué congreso y para qué partidos políticos. Como resultado de lo que está pasando, estos grupos partidistas se olvidaron de la necesaria controversia temática, que es obligatoria en sus actuaciones para la defensa del interés general.
POSDATA: “¡Oh ceguedad humana! ¿Hasta cuándo, hasta cuándo se quitará esta tierra de nuestros ojos?”, clama la religiosa española Santa Teresa.
