DE INUNDACIONES A LA POBREZA
Por Édgar Vergara Figueredo
Indiscutiblemente, la ola invernal a su paso, viene dejando miseria y muerte. La fecha de parar no está cerca, porque según los pronósticos va hasta mediados del mes de diciembre. El balance es sorprendente para un país con muchas dificultades en materia de pobreza tanto en lo rural como en lo urbano. Los datos hasta ayer son escalofriantes: 1 millón de damnificados, 32 mil hectáreas de cultivos afectadas por el invierno, principalmente de banano, palma y arroz. Las regiones más golpeadas por el desastre son Magdalena, Bolívar, Córdoba, Sucre, el bajo Cauca de Antioquia y Santander. Sin escaparse al montón de pérdidas económicas y humanas, los hogares afectados en otros territorios, como en el Valle del Cauca y en la Capital de la República.
En suma, más de 6 mil familias rurales y un tanto urbanas se encuentran apostadas en los caminos, veredas y calles a la espera de la ayuda gubernamental y al amparo de la sola naturaleza. La que acostumbradamente, proviene de los particulares, apenas se está organizando, de manera tardía, como es la costumbre. El gobierno nacional ha notificando tener listos: $15.000 millones para compensar las pérdidas y otros $60.000 millones para proyectos de campesinos afectados por la tempestad. Sin embargo, además de las consecuencias humanas del estrago, el futuro es incierto, porque las sumas anunciadas nunca resuelven la situación de pobreza en la cual quedan las familias.
No obstante, la voluntad oficial de recurrir a recursos presupuestales con el fin de atender la emergencia, queda como impredecible el momento preciso de la ayuda y si en verdad satisface las pérdidas y garantiza la recuperación económica y social de los afectados. El asunto se agrava, pues hay que tener en cuenta que los vericuetos del manejo financiero oficial no es fácil, más bien dispendioso, cuando la burocracia interrumpe los procesos de desembolso y deja en el entredicho la oportunidad de la recepción por parte de los beneficiarios.
El país no podría seguir a la deriva, sin una organización pública fortalecida, la cual tome en cuenta la prevención de los desastres y la oportunidad de su atención con efectividad, en la cual también participen los gobiernos territoriales. El manejo de los problemas que surge como consecuencia de las calamidades cotidianas, nos han dejado como legado una gran experiencia para las soluciones, por lo cual no podríamos quedarnos quietos cuando se pueden construir los mecanismos necesarios, mediante métodos ensayados con resultados y que han demostrado servir puntualmente.
Para citar algunos casos que se atienden con recursos territoriales, tenemos los bancos de tierras municipales, el fondo de vivienda de interés social y el de fomento y desarrollo del deporte, los recursos específicos para la inhumación de cadáveres y la provisión presupuestal para garantizar la prestación del servicio de capacitación y adiestramiento de empleados públicos. De la misma manera, que estas destinaciones específicas existen y atienden los fines previstos en su creación, es menester, tomar la decisión de crear una fuente presupuestal permanente, sumada a la nacional existente, con el objeto de atender las emergencias resultantes de las tragedias por eventos naturales que puedan afectarnos. Inclusive, se podría canalizar a través de este mecanismo, igualmente, recursos de origen externo que hoy andan sueltos en las arcas de ciertos organismos internacionales.
POSDATA: De otra manera, tendríamos que repetir lo del Apocalipsis: “….y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.”
