GENERACIÓN REVOLUCIONARIA
Por Édgar Vergara Figueredo
Han pasado cuarenta años del asesinato de Ernesto “Che” Guevara de la Serna, el ídolo de muchos jóvenes de la época revolucionaria de la Sierra Maestra. En breve, su historial comienza en el año 1954 cuando conoció en México a Fidel Castro. Oportunidad precisa para incorporarse a la revuelta que logró el derrocamiento del dictador Batista y la conquista del poder en Cuba. El “Che” nacido en Rosario (Argentina) el 14 de junio de 1928, entró a formar parte de la juventud rebelde que se preocupó por erradicar la situación social de los pobres que habitaban de norte a sur el continente iberoamericano.
Ni su enfermedad asmática, como tampoco su profesión de médico que le podía proporcionar una vida modesta, fue talanquera para recorrer territorios distintos a los de su país. Alcanzó a conocer los conflictos sociales reinantes en Chile, Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela y África. El ímpetu del “Che” de que las cosas tenían que cambiar, se había originado en las condiciones en que funcionaban muchos estados sometidos a otras naciones que implantaban el terror como arma de sostenimiento. La situación era generalizada y por esa razón, los líderes que impulsaban propuestas de cambio gozaron de mucha popularidad.
El mundo del “Che” tenía un propósito definido, sublevarse contra los imperios occidentales que habían impuesto dictadores en América y otras divisiones geográficas. Tenía Ernesto Guevara bases marxistas y era leninista, según palabras recientes del propio Fidel Castro. Lo que fue fundamental para su proyecto político y entusiasmarse para penetrar en el corazón de la revolución cubana que estaba en marcha. Con el triunfo en 1959, el “Che” fue exaltado a ocupar los cargos más encumbrados del gobierno castrista, Director del Instituto Nacional de Reforma Agraria, Ministro de Industrias y Presidente del Banco Nacional. Su vida finalmente se vio truncada al ser asesinado por el ejército de Bolivia el 8 de octubre de 1967.
La época del “Che”, fue la misma de la de otros líderes que aparecieron en distintos continentes del mapamundi y se pusieron en pie de lucha. Proponían nuevas condiciones políticas, para establecer gobiernos que impulsaran reformas sociales destinadas a la supervivencia de las clases oprimidas por la miseria. Fue el periodo de los caudillos: Ho Chi Minh (revolucionario vietnamita), Nelson Mandela (luchador contra el apartheid de Sudáfrica), Patrice Lumunba (líder anticolonialista africano), Amílcar Cabral (dirigente revolucionario de la Guinea portuguesa), Carlos Marighela (líder guerrillero brasileño), Camilo Torres (revolucionario colombiano), Luis Turcios Lima (líder guerrillero guatemalteco) y Medí Ben Barka (activista por la independencia marroquí). Con excepción de Minh, que era el más viejo de esta generación, los demás habían nacido entre 1918 y 1929, periodo en el que igualmente vino al mundo el “Che”.
Esos paladines buscaban un ideal de justicia, pues seguían al pie de la letra el anuncio del comunismo y otras tendencias ideológicas que pregonaba un porvenir mejor para extirpar el racismo y la pobreza a corto plazo. Para lograrlo, era necesario, tumbar los gobiernos manejados por títeres que respaldaban la política exterior colonialista de las potencias. Algo de esto contribuyó para el establecimiento de sistemas democráticos y sociales en los países afectados por las tiranías. En Cuba, las plazas se adornan con la figura del “Che”. En la otra Iberoamérica, quedan sus palabras, las cuales predominaron entre la juventud, como éstas que recuerdo: “Una gran revolución solo puede nacer de un gran sentimiento de amor.”
POSDATA: Hoy, bueno es repetir con el poeta español Ramón de Campoamor: “Es más bella tal vez que la primera, la juventud segunda de la vida”
