CON LAS MANOS LIMPIAS
Por Édgar Vergara Figueredo
¡Señor Presidente! es la oportunidad para designar una persona seria como gobernador de Córdoba, porque usted tiene las manos desatadas para hacerlo. El Presidente no está obligado a encargar un candidato de partido. Pero, los políticos y parapolíticos desde la cárcel están mandando mensajes a la Casa de Nariño, que pondrían en peligro conocer la verdadera realidad administrativa y financiera del ente departamental. Realidad, que es muy delicada, y por ende, tal como está, desestabilizaría la futura ejecución de proyectos trascendentales financiados con recursos propios y de origen del presupuesto nacional.
No es conveniente patrocinar desde el Palacio Presidencial, la designación de un gobernador señalado con el dedo de quienes han amparado el derroche de recursos y la malversación administrativa, convirtiendo al gobierno departamental en una cueva de rolando. Mientras el Tribunal Administrativo de Córdoba resuelve la apelación interpuesta por la persona elegida estando inhabilitada, es necesaria una pausa que permita reflexionar a los cordobeses sobre la persistencia del fenómeno de elecciones preparadas y ajustadas a lo que han querido ciertos políticos de la región. Se sabe que cierta clase política aspira a continuar en el poder, queriendo imponer en el Palacio de Naín un mequetrefe subordinado para satisfacer los apetitos contractuales y burocráticos que trastean los beneficios del gasto público a las mansiones privadas.
Igualmente, se sabe que los nombres de los candidatos al cargo vacante, entregados a la prensa local por algunos políticos tradicionales o por sus amigotes, están arrimados a su misma sangre, que de manera directa, o mediante alianzas, han contribuido al estancamiento de la acción del gobierno departamental. Es la oportunidad para pautar un cambio de mentalidad administrativa, distinta a la empleada hasta ahora (por cierto sin nada de bien para la colectividad), escogiendo a una persona ajena a los trajines de la mediocridad y del robo. Una, con méritos y requisitos de carácter para gobernar, sin lazos con otros que calladamente se han beneficiado de la dilapidación de cuantiosas sumas del tesoro, sin que la contabilidad las haya registrado, pues las cuentas se perdieron en los salones de la contraloría departamental que nunca vigiló para blindar los impuestos y las rentas.
Son más de $17.000 millones que están refundidos, han sido desaparecidos con plumazo malhechor contable. Los magos de las finanzas llevaron esa suma al déficit crónico del gobierno, para así consolidar el cúmulo de tramoyas que vienen imputándose al inventario de malos manejos. Se necesita, señor Presidente, un gobernador encargado que enderece lo torcido, y al mismo tiempo, dé ejemplo de administración honesta.
El electorado de Córdoba, tras el engaño al cual fue sometido por unos dirigentes y un directorio partidista, no concibe que ni sus miembros, como tampoco la advertencia enviada al Jefe de la Dirección Nacional Liberal (DNL), fuera atendida. Ahora, los cortesanos que aplaudieron la proclamación de la candidata inhabilitada, frente al escándalo y la derrota se lavan las manos imitando al gobernador romano Poncio Pilato. Si el Director de la DNL tiene escrúpulo, debe estar dándose golpes en la cabeza por el grave error cometido. ¡Señor Presidente! Córdoba, tiene gente de bien, que obraría con imparcialidad y deseo de servicio si a uno se le da esa oportunidad.
POSDATA: “Cuando se acaba la última esperanza se cierran los ojos”, previene el novelista español José Selgas.
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