Para empezar el año no hay nada mejor que repasar
la historia. “Al fin he salido de la Presidencia y de Bogotá, encontrándome ya
en marcha para Cartagena, con la mira de salir de Colombia y vivir donde pueda;
pero como no es fácil mantenerme en Europa con poco dinero, cuando habrá muchos
de los sujetos más distinguidos de aquel país que querrán obligarme a que entre
a la sociedad de alta clase, y después que he sido el primer magistrado de tres
repúblicas, parecerá indecente que vaya a existir como un miserable.” No estaba
tan bien el Libertador cuando escribió a su pariente don Gabriel Camacho,
estaba golpeado más espiritualmente que por falta de plata en el bolsillo, como
más tarde lo observó el doctor Reverend en el primer examen que le hizo el día
en que llegó a Santa Marta.
Dice Alejandro Próspero Reverend: “El primero de
diciembre de 1830 desembarcó ya de noche, S.E. el libertador Simón Bolívar,
haciéndole la población de Santa Marta un recibimiento si no pomposo, a lo
menos muy simpático como lo manifestaban las muestras de respeto y las
aclamaciones que le acompañaron hasta la casa preparada para su habitación.”
Bolívar llegó enfermo y atribulado, en compañía de su mayordomo José Palacios, fue
alojado inicialmente en la Casa de la Aduana en donde permaneció por varios
días, siendo trasladado en un carruaje el día seis del mismo mes y año a la
quinta de San Pedro de propiedad del español don Joaquín de Mier.
Enterado el general Mariano Montilla, Jefe Superior
de los Departamentos del Istmo, Magdalena y Zulia, de la situación penosa de
Bolívar, llamó a su casa al doctor Reverend y le preguntó cuál era la
enfermedad que padecía el Libertador, pidiéndole que le dijera la verdad
francamente, a lo cual, el médico le contestó: “Señor General, con el más
profundo sentimiento participo a V.S. que la enfermedad del Libertador no tiene
remedio, pues en mi concepto, como facultativo, la considero como tisis
pulmonar llegada en último grado, y ésta no perdona.” No fue para menos, al
general le salieron lágrimas y en seguida se encerró en su habitación.
El doctor Reverend durante la atención a Bolívar
expidió treinta y tres boletines entre el primero y el diecisiete de diciembre
de 1830, casi dos por día, mediante los cuales indicaba el estado y evolución
de la salud del paciente. Sin duda este hecho demuestra la buena asistencia
médica que tuvo el doliente durante el tiempo de permanencia en Santa Marta,
esto en relación al progreso de la medicina en la época. Aunque más tarde, se
haya observado el inadecuado tratamiento aplicado por Reverend, no había otro
en su momento.
En el primer boletín, además de señalar el estado
deprimente del enfermo, reconoció que “Las frecuentes impresiones del paciente
indicaban padecimientos morales.” Y en el último, escribió que “Desde las ocho
hasta la una del día que ha fallecido S.E el Libertador, todos los síntomas han
señalado más y más la proximidad de la muerte”, concluyendo: “a la una en punto
expiró el Excelentísimo Señor Libertador, después de una agonía larga pero
tranquila.”
Es muy común que un hombre con tantos triunfos y
honores encima se sienta humillado, haber salido de la presidencia de la
república como salió, sumaba esta circunstancia a su mal y ponía en bajo su
estado espiritual. Finalmente, en 1842 el cuerpo embalsamado del Libertador fue
trasladado a su ciudad natal Caracas, obedeciendo así a lo mandado por él en su
testamento dictado el diez de diciembre de 1830. En la escuela, los profesores
de historia patria nos rememoraban al Libertador con el final de su proclama:
“Colombianos: mis últimos votos son por la felicidad de la Patria; si mi muerte
contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré
tranquilo al sepulcro.”
POSDATA: Basta recordar al novelista francés Víctor Hugo: “La mitad de
un amigo es la mitad de un traidor.”
(O3-01-14)