Después del triunfo, Juan Manuel Santos no puede
defraudar a sus electores, su deber es comprobar que su gobierno va a ser útil
a la patria, impulsar las grandes reformas que necesita el país: política,
justicia, salud, educación, además de firmar la paz con las guerrillas, entre
otras. Si no cumple con esos objetivos pasará negramente a la historia. Los
programas sociales deben ser sujeto de transformación para una mejor
distribución de la riqueza. Focalizando el dinero hacia la población más pobre,
creando las condiciones fiscales para el aumento del empleo y combatiendo la
corrupción.
Indudablemente Santos, va a tener que enfrentarse a
la oposición que ejercerá el Centro Democrático y es preferible que no caiga en
peleas, pues difícilmente un partido que está ansioso de poder y que no le fue
suficiente ocho años mandando, buscará incomodar al gobierno para no dejar
gobernar. Es aconsejable al presidente no perder los estribos, su paciencia ya
ha sido comprobada, y deberá ponerla en ejecución en momentos en que las
provocaciones van a llegar a borbotones.
Ahora que el uribismo tiene representación en el
congreso, si en verdad quiere sumar en vez de restar, debe trasladar el debate
sobre las cuestiones públicas a este recinto, ya que el congreso es el
escenario político universal de la democracia, nada bueno para el país tendría
que este partido pretenda seguir discutiendo los problemas a través de tuit, de
insulto y de señalamiento, como modelo político de su sanedrín.
Mientras el candidato Óscar Iván Zuluaga reconoció
el triunfo de Santos, su jefe el senador electo Álvaro Uribe no hizo lo propio,
por el contrario, siguió en la misma tónica de toda la campaña, amagando no
reconocer al ganador y exhortando a sus seguidores sobre un posible fraude
electoral. Así demuestra no saber
perder, pues se ubica en una posición antidemocrática y se ratifica en su caudillismo,
terquedad y extremismo que resulta intolerante entre millones de colombianos.
Ciertamente el candidato Zuluaga que al inicio de
su campaña se había mostrado modesto, presentándose como un hombre de la
provincia y ufanándose de haber sido alcalde de su pueblo, en los últimos días
del debate cambió totalmente y se colocó en otra orilla, promesero y violento
hasta enfurecerse como un tigre y no como un zorro que fue su estandarte.
Después de todo, Ana Mercedes Plata, una humilde
mujer del barrio de San Antonio de la ciudad de Villavicencio, metió un jonrón
y le dio la manito al candidato Santos al popularizar el apelativo “Juanpa”,
frente al contendor “Zurriaga” que no fue de su preferencia. Merceditas, ajustó
su opinión y calificó a Santos de “caché”, teniendo en cuenta su “educación y
buena crianza”, como lo declaró para la prensa nacional. Así se corrobora que
la opinión es más bienvenida de una persona modesta que de una de estrato cuatro,
cinco o seis que piensa con el estómago.
POSDATA: Para algunos que se oponen sin argumentos al
ganador, el estadista británico Winston Churchill escribió: “Un
problema de nuestra época es que la gente no quiere ser útil, sino importante.”
(20-06-14)