La nación
puede incendiarse desde cualquier sitio de opinión o discusión si la
mojigatería quiere que no se llegue a la verdad de los antecedentes de la
violencia, y si aplaudimos a los que no quieren la evidencia, entonces las
llamas de la inmoralidad se extenderán y nos volverán cenizas.
Indiscutiblemente una gran mayoría de colombianos quiere salir del trance
violento en que han sometido a la nación los grupos guerrilleros, el
narcotráfico y los paramilitares y sus alianzas con reconocidos políticos.
Esos mismos
colombianos de sosiego saben que la sola firma de un documento en La Habana no
es suficiente para lograr la paz integral y perdurable que se necesita. Pero
mientras sigan las piruetas para ejecutar la trampa por la mayoría de los
miembros del congreso nacional con el patrocinio de la plana mayor del gobierno
central haciendo reformas a su medida, el propósito de paz desilusionaría a
quienes decidieron acompañar el que se lleva a cabo con la FARC.
Nunca antes
se ha avanzado en un proceso de paz con la guerrilla con la esperanza de llegar
a un acuerdo, del cual ya el presidente Santos desde Nueva York anunció el progreso en cuanto a puntos centrales como reforma
agraria, participación política y narcotráfico.
Por ejemplo,
es loable la propuesta de participación de las comunidades en la efectividad de
una reforma rural integral que transforme la realidad campesina y desplazada y
distribuya los recursos públicos en los territorios vulnerables; el apoyo del
Estado al pluralismo ideológico, la creación de nuevos partidos políticos,
estatuto de la oposición y transparencia
electoral; y la obligación de la FARC de acabar la relación con el narcotráfico,
el programa de sustitución de cultivos y el trato a cultivadores y consumidores
como parte del negocio de la coca.
Si se
observan los contenidos de lo hasta ahora discutido, se llega a la conclusión
que los tratos no son nuevos y algunos se sitúan en el mapa de demanda que
muchos sectores sociales viene reclamando de tiempo atrás.
POSDATA UNO: Presente el proverbio del novelista italiano
Giuseppe Tomasi di Lampedusa: “Algo debe cambiar para que todo lo demás siga
igual.”
POSDATA DOS: Dos malas para Medellín. El periodista Guillermo Galdos realizó una
crónica sobre Medellín para el Canal 4 de Londres, la cual no le cayó bien al
alcalde Aníbal Gaviria, a sus autoridades y a algunos personajes que siempre se
sienten estigmatizados y se colocan a la defensiva de cualquier realidad. Es
posible que al periodista se le haya ido la mano cuando cataloga a Medellín
como el burdel más grande del mundo, pero la verdad es grave cuando es cierta
la parte negativa de la ciudad que se ahonda con la cuota que ponen las
familias pobres con sus hijos e hijas. La prostitución y la droga hacen mella y
aparentemente rescatan a los vulnerables de la miseria, pero al mismo tiempo
pone de presente que el progreso y la fortuna citadinas no se compadecen con la
pobreza de las laderas. La otra perla lamentable fue el cierre definitivo de
las torres Space, después de su demolición quedaron grabadas en el público las
palabras de una víctima a quien le arruinaron todo el ahorro hecho durante su
vida, que se expresó a través de los medios de comunicación y dijo: “allí les
queda el adefesio de los Villegas.”, refiriéndose a los constructores.
(26-09-14)