Hacía algún tiempo que no había vuelto a La Habana. La última vez fue para el año nuevo de 1999 a fin de pasar vacaciones en la ciudad de Varadero, que es una especie de “Miami Chiquita”. Coincidió esa fecha con el cuadragésimo aniversario de la revolución de Fidel Castro, que en su festejo provocó alboroto en el estamento oficial y asimismo sirvió de bandera publicitaria para fortalecer el apoyo popular a la causa del sistema socialista implantado en aquella nación. Pero esta vez el motivo del viaje fue otro.
La finalidad fue averiguar y comprobar algunos datos históricos relacionados con el espíritu revolucionario cubano de siglos atrás, emprendido por unos próceres para liberarse del yugo español y eliminar la exclusión del pueblo en la dirección política implantada por el gobierno peninsular. Repasando la historia, hay que recordar que la guerra que libró Cuba contra los españoles fue la más ardua de las llevadas a cabo por las nuevas repúblicas de América Hispana.
Fueron diez años de lucha encarnizada para conseguir la libertad y comprendió el período 1868-1878. Durante ese lapso de tiempo la guerra fue principalmente a machete, seguida por escopeta y revólver, figurando los caballos como un soporte en los movimientos del ejército patriota y del realista. Pues bien, el propósito de la investigación trascendía la ciudad de La Habana; por esa circunstancia penetré el centro del Oriente de la Isla de Cuba para llegar a las ciudades incendiarias de la época, empezando por Camagüey y siguiendo a Las Tunas, Holguín, Bayamo y concluyendo el viaje en Santiago de Cuba, que está en el extremo oriental.
Estas cinco ciudades se reparten en un valle hermoso, donde prima el verdor de la sabana y el esplendor de la naturaleza, teniendo como guía principal el río Cauto, que fue en el pasado la columna vertebral del transporte fluvial entre el valle y el mar Caribe. Aprovechar el tiempo de estadía era un compromiso que se cumplió a cabalidad. Por eso fue posible en el recorrido conocer de cerca las relaciones económicas y políticas del hombre con el Estado y la forma de comunidad, teniendo como referencia que me encontraba dentro de un sistema socialista puro.
En el sistema capitalista la cuestión es muy sencilla. Administrara un negocio por una o varias personas que tienen un interés de ganar plata para su sostenimiento y el progreso personal es una finalidad indiscutible. Pero en el socialismo el asunto es completamente distinto. Allí, se administran todos los negocios por un agente que no está especializado, el Estado, que delega en ciudadanos trabajadores pobremente estimulados, ya que los salarios son tan mínimos que se pueden calificar apenas de subsistencia. En el socialismo, en teoría, la renta, el interés y el beneficio pasa a manos de la clase trabajadora, pero en realidad eso no es así. La gran parte de la torta se queda en el propio Estado, como dueño absoluto de los medios de producción: naturaleza, capital y empresario. El Estado puede llegar a ser rico y a la vez derrochador. Nadie controla un Estado Socialista, en omnímodo. No hay libertad de prensa y por tanto se carece de opinión pública.
En el caso de Cuba, muchos frentes de la actividad social y económica están paralizados. El tiempo corre apenas para la edad del hombre. Para el resto del entorno está estancado desde el año de 1959. Allá la cuestión no es como la pintan en el mundo exterior. Aparentemente no hay pobreza porque todos son iguales, pero existe escasez de bienes y servicios. El socialismo detiene el progreso individual del ser humano. Claro está que como no hay oposición, las decisiones políticas y económicas se concentran en el régimen manejado por un reducido número de personas. La oposición que surge es eliminada de un tajo. A pesar de todo lo malo que hay en el capitalismo, con lo que ví, me quedo con él y aquí, no obstante sigo con la devoción por Cuba, patria de mi ascendencia.
POSDATA: Una acotación al respecto es la del tratadista inglés Samuel Smiles: “La Humanidad tiene por divisa el progreso, y la divisa del progreso es la libertad”.
La finalidad fue averiguar y comprobar algunos datos históricos relacionados con el espíritu revolucionario cubano de siglos atrás, emprendido por unos próceres para liberarse del yugo español y eliminar la exclusión del pueblo en la dirección política implantada por el gobierno peninsular. Repasando la historia, hay que recordar que la guerra que libró Cuba contra los españoles fue la más ardua de las llevadas a cabo por las nuevas repúblicas de América Hispana.
Fueron diez años de lucha encarnizada para conseguir la libertad y comprendió el período 1868-1878. Durante ese lapso de tiempo la guerra fue principalmente a machete, seguida por escopeta y revólver, figurando los caballos como un soporte en los movimientos del ejército patriota y del realista. Pues bien, el propósito de la investigación trascendía la ciudad de La Habana; por esa circunstancia penetré el centro del Oriente de la Isla de Cuba para llegar a las ciudades incendiarias de la época, empezando por Camagüey y siguiendo a Las Tunas, Holguín, Bayamo y concluyendo el viaje en Santiago de Cuba, que está en el extremo oriental.
Estas cinco ciudades se reparten en un valle hermoso, donde prima el verdor de la sabana y el esplendor de la naturaleza, teniendo como guía principal el río Cauto, que fue en el pasado la columna vertebral del transporte fluvial entre el valle y el mar Caribe. Aprovechar el tiempo de estadía era un compromiso que se cumplió a cabalidad. Por eso fue posible en el recorrido conocer de cerca las relaciones económicas y políticas del hombre con el Estado y la forma de comunidad, teniendo como referencia que me encontraba dentro de un sistema socialista puro.
En el sistema capitalista la cuestión es muy sencilla. Administrara un negocio por una o varias personas que tienen un interés de ganar plata para su sostenimiento y el progreso personal es una finalidad indiscutible. Pero en el socialismo el asunto es completamente distinto. Allí, se administran todos los negocios por un agente que no está especializado, el Estado, que delega en ciudadanos trabajadores pobremente estimulados, ya que los salarios son tan mínimos que se pueden calificar apenas de subsistencia. En el socialismo, en teoría, la renta, el interés y el beneficio pasa a manos de la clase trabajadora, pero en realidad eso no es así. La gran parte de la torta se queda en el propio Estado, como dueño absoluto de los medios de producción: naturaleza, capital y empresario. El Estado puede llegar a ser rico y a la vez derrochador. Nadie controla un Estado Socialista, en omnímodo. No hay libertad de prensa y por tanto se carece de opinión pública.
En el caso de Cuba, muchos frentes de la actividad social y económica están paralizados. El tiempo corre apenas para la edad del hombre. Para el resto del entorno está estancado desde el año de 1959. Allá la cuestión no es como la pintan en el mundo exterior. Aparentemente no hay pobreza porque todos son iguales, pero existe escasez de bienes y servicios. El socialismo detiene el progreso individual del ser humano. Claro está que como no hay oposición, las decisiones políticas y económicas se concentran en el régimen manejado por un reducido número de personas. La oposición que surge es eliminada de un tajo. A pesar de todo lo malo que hay en el capitalismo, con lo que ví, me quedo con él y aquí, no obstante sigo con la devoción por Cuba, patria de mi ascendencia.
POSDATA: Una acotación al respecto es la del tratadista inglés Samuel Smiles: “La Humanidad tiene por divisa el progreso, y la divisa del progreso es la libertad”.