NO PODEMOS CLAUDICAR

La obligación de todos es ser solidarios con el señor Presidente Uribe. Buena muestra ciudadana la del jueves; la gente salió a las calles a protestar contra el delito, para que los matones sepan que los rechazamos. Ante el déficit de valores morales, éticos y sociales, el país comienza a despertarse, porque estábamos dormidos. Y lo hizo. Pero, falta mucho más. Habrá que continuar manifestando el reproche a cualquier clase de crimen. Una de las peores escenas que nos conmovió fue la masacre por la Farc de los once ciudadanos del Valle del Cauca. El dolor sentido por sus madres, padres, hijos, hijas, esposas, hermanos y hermanas despertó el sentimiento nacional. La obligación de la guerrilla era cuidarlos como secuestrados o rehenes, en vez de atropellarlos llevando sus cuerpos a la tumba incierta del monte.

Razón suficiente tuvo el Presidente Uribe haberse indignado y llenarse de rabia ante semejante escenario de horror. A pesar de contar con un gabinete ministerial se sintió solo. Dos de sus ministros a quienes les correspondía en ese instante representar los intereses oficiales, callaron. El ministro del Interior y Justicia, otra vez denotó su tranquilidad burocrática y mojigata, que nada lo enternece, y el de Relaciones Exteriores, en el limbo (perpetuamente). Ante el vacío, el Presidente de la República tuvo que enfrentarse. Primero a unos familiares enfurecidos, con razón, por los hechos de barbarie, y en segundo lugar, a los congresistas del Imperio que habían ofendido la dignidad colombiana.

Pero hubo una parte del país indiferente, hasta indolente e insolidaria, frente a lo que pasaba que tiene que despabilarse. Ese pedazo de opinión, estuvo más expectativo al puente festivo y a la juerga de Santa Marta, Ibagué, Neiva, Villavicencio y Calarcá que a la realidad nacional que nos afectaba a todos. Hay que recordar que estamos en una situación de indiferencia total, porque se asesina y no pasa nada, se fomenta la asociación para matar y tampoco, se roban los recursos del Estado y cunde el silencio. La legislación penal cada vez más pobre y tolerante, hace parte del mutismo que lleva a exonerar al culpable y a su excarcelación, con efecto colectivo borrando la sanción social, que aunque merecida, desaparece como la luz del rayo.

A pesar de habernos tardado tanto para expresarnos contra la violencia, queda la obligación social de repetir (cuantas veces sea necesaria) la protesta en masa hasta que cese el secuestro, el terrorismo y la matanza de compatriotas. Nadie está autorizado de disponer de la vida de los humanos. Ni la derecha y la izquierda, como tampoco los criminales están investidos de poderes para asesinar cruelmente. Si nuestra justicia entrara en crisis, tendríamos que recurrir a la del mundo civilizado. Pero eso no ha sucedido todavía, tenemos una Corte Suprema de Justicia que está dando ejemplo. Su Presidente, autorizado por el resto de los miembros de la corporación, lo ha confirmado frente al escándalo de la narcopolítica, puesto que ha rechazado enfáticamente la impunidad como mecanismo para salvar delincuentes.

Como consecuencia, los magistrados, fiscales y jueces tendrán que seguir el ejemplo de la Corte, para evitar que se continúe con el criterio de justicia benigna que concurre en más violencia. El Congreso Nacional no puede ser el seno de compinches que promuevan la tolerancia del crimen. Después de la atrocidad del Valle del Cauca, se necesita verraquera ciudadana para enfrentar la ola de criminalidad. Las ONGs que defiende la vida tienen que unirse y seguir movilizando a la gente hasta lograr un movimiento nacional que estirpe la violencia en pro de la paz.

POSDATA: Damos gracias al papa Benedicto XVI, por su solidaridad con Colombia.

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