El mes de abril de 1948 es un mes de notable importancia para Colombia, pues se gestan acontecimientos que enriquecen la historia del americanismo que nunca se podrán olvidar como tampoco borrar del pasado. En este mes se celebró en Bogotá la IX Conferencia Internacional Americana, la cual consolidó la Carta de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Como antecedente se tiene la realización de la Primera Conferencia Internacional Americana, en la ciudad de Washington entre octubre de 1889 y abril de 1890, que fundó la Unión Internacional de las Repúblicas Americanas, germen de la consolidación posterior.
Luego, en 1910 la Unión Internacional de las Repúblicas Americanas se convirtió en la Unión Panamericana, y finalmente en la ciudad de Bogotá en el año de 1948 se afianzó la OEA. Para honor nacional, el primer director de la Unión Panamericana fue el ex presidente Alberto Lleras Camargo, que más adelante ocupó el cargo de primer Secretario General de la Organización de Estados Americanos, funciones que desempeñó con mucho prestigio internacional.
Hay que rememorar que fue el Libertador Simón Bolívar el primer líder al que se le ocurrió fundar una organización de los pueblos americanos. Convocó en 1826 el Congreso de Panamá, con el ideal y propósito de crear una organización de Estados americanos. Pero al fin, el sueño de Bolívar sobre una gran Liga de Naciones Hispanoamericanas quedó en vano, y se sobrepuso la envida de la mayoría de los representantes de las nuevas Repúblicas en el Congreso del Istmo, los cuales impidieron el objetivo al no estar dispuestos a renunciar a una pequeña parte de su soberanía a favor de una sociedad supranacional. El desenlace de la convocatoria, fue la disolución del sueño de Bolívar y una contradicción sobre lo que él quería: “La autoridad sublime que dirija la política de nuestros Gobiernos.” Razón tuvo el cubano José Martí cuando dijo: “Lo que Bolívar no hizo, está todavía por hacer en América.”
No fue suficiente la expedición de la Carta de la Organización de Estados Americanos en la IX Conferencia Internacional Americana el día 30 de abril de 1948, sino que a ello se suma el desarrollo de la inteligencia del evento que fue más allá. Aprobó la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, que es un catálogo de derechos y obligaciones de nuestro hombre, hoy con mucha vigencia. Desde su proclamación, la Declaración ha servido de fuente de inspiración para la redacción de todas las constituciones de nuestros países, al haber incorporado en los textos sus principios en materia de vida y relaciones humanas, justicia social y legalidad. Igualmente resultó de esta convocatoria la aprobación de la Carta Internacional Americana de Garantías Sociales, que contiene los más elevadas cláusulas relacionadas con el trabajo del hombre y la mujer y la expresión de respetar las garantías de que goza su ejercicio en materias de bienestar, previsión y seguridad social.
Los derechos y deberes exclamados se interpretan como una herramienta para lograr la convivencia de los pueblos y el mantenimiento de la paz. Incorpora un inventario de normas que hacen del texto la cotidianidad del ser humano, como son: el derecho a la vida, a obedecer la ley, a la libertad religiosa, a la igualdad de todos ante la ley, a constituir familia, al derecho a la educación, a la salud y a la seguridad social, al trabajo y su remuneración, a la protección de los hijos menores, a pagar impuestos al Estado, a elegir y ser elegido, a la propiedad privada, al debido proceso, a la tutela, al derecho de petición, entre otros. Y uno que es fundamental: los derechos de cada hombre están limitados por los derechos de los demás, por la seguridad de todos y por las justas exigencias del bienestar general y del desenvolvimiento democrático. Los profesores de nuestras escuelas, colegios y universidades están en mora por poner en práctica su obligación de enseñar con detalle el articulado de esta Declaración Americana.
POSDATA: Con sabiduría ha dicho el filósofo español Lucio Anneo Séneca: “Los bárbaros como no saben obedecer, tampoco saben mandar.”
60 AÑOS DE DERECHOS HUMANOS
