Hace apenas unos pocos días se publicitó la brusca alza de la harina para pan, tortas y galletas, como consecuencia del incremento del precio mundial del trigo. Colombia no es un país productor de este cereal, y por lo tanto, el mayor volumen para consumo local se tiene que importar de Estados Unidos, Canadá y Argentina. La cantidad de tierra destinada al cultivo de trigo se ha venido disminuyendo drásticamente año tras año. Para darnos una idea de la situación productiva del cereal, se tiene lo siguiente: de 160.000 hectáreas que se cultivaban en 1960 en territorio colombiano, se pasó a 34.000 en el año 2004 en los departamentos de Nariño, Boyacá y Cundinamarca. Esta tendencia de disminución productiva anual no se ha modificado.
Las proyecciones sobre nuevas áreas de cultivo de trigo están en pañales. El pan de doscientos pesos desapareció de las panaderías y tiendas, y el de quinientos que todavía se vende en los barrios populares de nuestras ciudades pronto también. Chistosamente el Ministro de Agricultura, que no entiende de hambre, días antes del denuncio que hicieron los dirigentes del gremio panadero sobre el aumento excesivo que ha tenido la harina de trigo, había aconsejado en vez de pan, comer arepa, papa o arroz. Se olvida el jefe de la cartera de agricultura que el maíz, base de la arepa, también subirá por dos motivos elementales, el primero por el propio desplazamiento del consumo que él mismo aconseja, y en segundo lugar, por la utilización de este grano como materia prima de la producción de biocombustible.
Se sabe que la papa y el arroz no son de la mesa del desayuno de la mayoría de los colombianos. Pero no bastó la sabiduría del susodicho Ministro, y a renglón seguido, un avezado periodista, que igualmente no entiende de hambre, perteneciente a la radio W FM, seguidamente a la propuesta ministerial, aconsejó que a los que les gusta el pan deberán pagarlo más caro. Ambos racionamientos no corresponden a un buen consejo, el primero, por provenir de la voz del gobierno que tiene las herramientas necesarias para subsanar el desabastecimiento, y el segundo, de un comunicador social, que más que un simple ciudadano, debe ser un orientador de opinión pública.
Igualmente, en vísperas de la Semana Santa, se había previsto que existía una escasez de pescado en algunas ciudades del país. Que la oferta no era suficiente para atender la demanda de la temporada en que más se consume este alimento. Ante este hecho evidente, la respuesta fue la importación del codiciado producto, cuando Colombia es un país de ríos y mares. Así fue y se cumplió la previsión. La oferta llegó con el bagre del río Mekong traído de Vietnam y en consecuencia, la demanda fue satisfecha, especialmente para atender la del interior del país. O sea que estamos frente a una escasez de alimentos. Colombia no puede seguir en la incertidumbre que crea el Ministro de Agricultura, como tampoco en inexpertas propuestas periodísticas, aún menos importar comida. Lo que aconseja el sentido común, es producir más alimento de origen agropecuario para atacar el hambre.
Por lo tanto, lo que tiene que hacer el Estado es fortalecer la producción alimenticia, y para la época de escasez adoptar políticas adecuadas que eliminen caer en esa posibilidad. Hay que recordarle al Ministro de Agricultura, que toda persona tiene derecho a una nutrición adecuada, a estar protegida contra el hambre y a disfrutar de un nivel de vida que le asegure, así como a su familia, entre otros bienes, los alimentos. Este es un compromiso que adquirieron los Estados Partes, (incluida Colombia), que suscribieron la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (Art. XI), la Declaración Universal de Derechos Humanos (Art. 25), el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Art. 11) y el Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en Materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales “Protocolo de San Salvador” (Art. 12). Pues señor Ministro, no hay otro camino que obedecer los pactos internacionales y cumplir con las funciones que la ley le señala a su Cartera.
POSDATA: “Mejorar los métodos de producción, conservación y distribución de alimentos”, ordena el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
AREPA EN VEZ DE PAN
