UN PARÉNTESIS EN LA POLÍTICA

Mientras fluyen las corrientes de agua por debajo de los puentes de ciudades y veredas que arrastran las noticias desagradables sobre los problemas políticos de la Nación, espero pacientemente el sosiego. Sin embargo, la opinión periodística no puede sufrir de anopsia frente a los hechos nacionales ni ante lo que acontece en la administración del departamento de Córdoba, al saberse que esta última perdió su propia dinámica y por ende el horizonte, todo lo cual viene perturbando la tranquilidad ciudadana. Ahora su entorno está convulsionado por la terquedad de un grupo político de querer imponerse a toda costa sobre el derecho y la justicia, esto con el fin de acomodar a una candidata inhabilitada en el cargo de gobernadora. ¡Cuánta falta de dignidad y ética de esa clase dirigente!

Lo que sí espero con paciencia es que se resuelva a favor de la legalidad el impase que paraliza al principal centro administrativo de mi comarca de nacimiento. Entre tanto, transcribo una carta que me llegó de un lector, el cual irónicamente me relata su opinión sobre los perros y sus dueños. Pues como observamos parece que los perros y amos a pesar de sus defectos y cualidades son dignos de admirar, dando así ejemplo de entendimiento y cariño entre las dos partes.

Dice el lector aludido: “Me gustan los perros como todos los demás animales, pero lejos de mi hogar. Los admiro en la finca del vecino, jugando con el gato y haciendo caritas a éste para evadir su maldad. Particularmente, me gusta observar esta especie de animal. Admiro especialmente a uno en la casa de mi vecina: ella, su marido y sus hijos se abrazan cándidamente con el animal. Me gusta ver a otro caminado por el parque del barrio acompañado de la hija de mi tío quien le habla cortésmente; por razones humanitarias la entiendo, pues ella no tiene marido.

Hay gente que quiere tanto a su perro que le recoge la caca agradablemente, mientras son incapaces de cambiar el pañal de su propio bebé. Algunos duermen con ellos, se tapan con la misma cobija y comparten almohada, aunque al día siguiente los compañeros de oficina le hagan el fo por el mal olor que sale de su propia piel. Otros, comparten con su perro la galleta y hasta lo disfrazan para festejarle el cumpleaños. Cuando salen de paseo, se comunican por el celular con su mascota. Y si los llevan a pasar vacaciones, le cargan la fiambre y los motetes para darle la mayor comodidad.

Otros bandos los besan en el hocico con amor de madre. Tanto así que se imaginan sus malestares y sienten sus enfermedades en carne propia. Festejan que los animales no tengan sexo, así, según ellos los protegen de un evento peligroso o de una enfermedad. Les tienen las mejores cobijas en sacrificio de sus propios hijos. Hasta practican con ellos el sexo y también el abuso sexual. Los manosean con tanto cariño y ternura que los pequeños hijos sienten celos. Arman escenas espectaculares de pasión, más teatrales que el nacimiento del primer hijo. Finalmente, los dueños terminan semejante a sus perros o viceversa, y con el tiempo son tan iguales que parecen gemelos. Estoy de acuerdo con lo siguiente: “…la gente que tiene perros es la que de algún modo está negada, las mujeres sexualmente frustradas, los engreídos, los matrimonios sin hijos, los narcisistas…..Gente que de algún modo es anormal”, escribió el Premio Nobel de Literatura 1973, el australiano Patrick White.”
POSDATA: “Con este cuento, encuentro más motivos para seguir con mi perrito”, me estampó una cuñada cuando leyó el texto de la carta que me remitió este lector.

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