BOOM DEL ROSCOGRAMA

Numantinamente se ejerce la rosca, la palanca, el nepotismo, el clientelismo, el amiguismo, la dedocracia y la trampa, como ejercicio de la politiquería, que ahora con dos orígenes de nuestro idioma y licuado es igual a roscograma, nombre acuñado por el poder presidencial. Se presenta como una novedad cuando no lo es. Tan entrometido está en la administración pública el defectuoso mecanismo que se integra en un macrorroscograma, con sus hijitos microrroscogramas. Funcionan como un reloj en los tres poderes públicos con aceitada permanente de los próceres de la política. Es una costumbre perversa en las relaciones Ciudadano-Estado, a pesar de ser una infracción y un delito. Hace parte de la corrupción imperante. Opera descaradamente con la connivencia de una parcela social que recibe sus favores, contrariando al mérito individual. Para empeorar, igualmente se extiende al sector privado, el cual la practica para definir algunos cuerpos directivos.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española ilustra el caso de este conjunto de sinónimos, con mucha claridad, y sin lugar a que este columnista se pueda colocar en la sinrazón. Rosca, en Colombia, como en otros países de Hispanoamérica, es sinónimo de camarilla. Camarilla, conjunto de personas que influyen subrepticiamente en los asuntos de Estado o en las decisiones de alguna autoridad superior. Palanca, persona influyente que apoya a alguien. Nepotismo, desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos. Amiguismo, tendencia y práctica de favorecer a los amigos en perjuicio del mejor derecho de terceras personas. Dedocracia, práctica de nombrar personas a dedo, abusando de autoridad. Trampa, acto ilícito que se cubre con apariencias de legalidad. Clientelismo, sistema de protección y amparo con que los poderosos patrocinan a quienes se acogen a ellos a cambio de su sumisión y de sus servicios.

Los sinónimos relacionados son ramificaciones de la Politiquería, que es la acción y efecto de politiquear, y politiquear, es hacer política de intrigas y bajezas, ejercida por un politicastro, que no es otra cosa que un político inhábil, rastrero, mal intencionado, que actúa con fines y medios turbios. Los políticos criollos (claro está con pocas excepciones) hacen parte de este sainete orquestal que manipula el manejo de los asuntos públicos. El nuevo sustantivo puesto en público, que tiene una interpretación tan variopinta, siempre ha sido la característica de nuestro sistema político y administrativo. Y tan común, que ennoblece a la alcurnia del poder y excluye a los ciudadanos y ciudadanas de a pie.

Las conductas irregulares emanadas del roscograma están sancionadas en nuestra legislación. Por ejemplo, en el Código Penal, están contemplados los delitos contra la administración pública que tienen que ver con el tráfico de influencias y sus afines. Por su parte, en el Código Único Disciplinario, hay más de un inciso y numeral que consagra como falta gravísima una lista de conductas del servidor público relacionadas con ofrecimientos, de manera directa e indirectamente, para la vinculación de recomendados a la administración pública. A pesar de que se quiera legislar en este primer periodo de sesiones ordinarias del Congreso para sancionar a los infractores de las buenas costumbres, y para la entretención de los congresistas sin oficio, queda poco que proponer.

POSDATA: Recordando al profesor Emilio Yunis: ¿Será que la nueva ola para castigar el roscograma es fruto de la mentalidad ladina?

Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites More

 
Design by Radium | Bloggerized by Radium