DEMOCRACIA O TIRANÍA

Después de todo, es posible preguntarse: ¿Habrá una crisis de democracia en Colombia? La pugna entre las instituciones es un mal signo, deja un sabor amargo para quienes nos vienen mirando desde afuera como un país en conflicto político y social. Guerrilla y paramilitarismo (sin desconocer la delincuencia común) asociada a una parte de la clase política dirigente y de empresarios, unidos, sin escatimar el flujo de capital ilícito proveniente de esa combinación de fuerza luchan a toda costa para apoderarse del poder público. Ha sido el infortunio de las relaciones del Estado con el clan de ciudadanos caracterizados por el apetito excesivo de los placeres.
El contubernio rompe con nuestra tradicional decisión de fortalecer la democracia, como una forma de gobernarnos. En su sentido más elemental, en el estudio: “La Democracia en la América Latina”, realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se afirma que la democracia no es otra cosa que “el gobierno del pueblo”. Gobierno del pueblo significa que las decisiones que nos afecten a todos sean tomadas por todos, es entonces un Estado de ciudadanos y ciudadanas plenos. Una forma, sí, de elegir a las autoridades, pero además una forma de organización que garantice los derechos de todos: los derechos civiles (garantías contra la opresión), los derechos políticos (ser parte de las decisiones públicas o colectivas) y los derechos sociales (acceso al bienestar), concluye el PNUD.

Siguiendo al PNUD, la democracia es una forma del desarrollo humano. El desarrollo humano aumenta las opciones para que las personas puedan mejorar su vida. En este análisis se afirma que la democracia se sustenta en la libertad y que: “no hay malestar con la democracia, pero hay malestar en la democracia. Y para resolverlo es indispensable hacer uso del instrumento más preciado que ella nos brinda: la libertad. Libertad para discutir lo que molesta, lo que algunos preferirían que se oculte. Libertad para saber por qué un sistema que es casi sinónimo de igualdad, convive con la desigualdad más alta del planeta, para saber si lo que discutimos es lo que precisamos discutir o lo que otros nos han impuesto, para saber cuáles son nuestras urgencias y prioridades.”

Se reconoce, en el estudio comentado, que hay una crisis de representación política en América Latina que se podría atacar si sabemos qué demandar, qué exigir a nuestros representantes. El panorama general presentado es el mismo que caracteriza a nuestro ambiente político, ahogado en su propio cinismo, que no quiere reconocer la realidad que ahonda el grave síntoma de pobreza, de hambre y de desigualdad de la sociedad colombiana. La repartición de la riqueza, propia de un sistema democrático, no se lleva a cabo felizmente, hay serias limitaciones: el egoísmo exagerado de un sector de la crema productiva que no cede a la acumulación de utilidades y el mal reparto del presupuesto público por parte de la dirigencia que desconoce las aspiraciones de la mayoría ciudadana.

En este momento en que se ha presentado a consideración del Congreso una reforma política y judicial, que a pesar de tener “peros”, por no ser aconsejable en las circunstancias que surge, por lo menos en cuanto a la administración de la justicia se refiere, es necesario reflexionar sobre lo que está pasando para impedir la tiranía en su trámite, discusión y aprobación, pues el debate con la participación de la oposición y las minorías es parte fundamental para mostrar que hay democracia.

POSDATA: Cierta la palabra del politólogo italiano Giovanni Sartori: “En los medios de comunicación y en la boca del ciudadano común, el decaimiento de la democracia y la pobreza de sus líderes es lamento cotidiano.”

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