En el país, por las encuestas muchos alcaldes se llevan honores que no tienen. Los verdaderos jueces de sus ejecutorias son los ciudadanos que sienten los males locales que corroen la calidad de vida, más que los propietarios de las empresas encuestadoras, los financiadores y beneficiarios. Cuando se llevan a cabo encuestas para medir el grado de aceptación de los mandatarios territoriales, unos sondeos resultan ciertos y otros no corresponden a la realidad. Así, aquéllos que manipulan desvirtúan el propósito de la estadística. La gente no es pendeja, sabe quién está administrando bien y quién dilapidando los recursos públicos.
Los alcaldes con más opinión favorable son aquellos que están a tono con el ideal ciudadano, y están en aquellas ciudades en que las personas han adquirido conciencia acerca del papel que tiene el gobierno de procurar el bienestar común. Las ciudades medianas y pequeñas están todavía muy influenciadas por la politiquería, el cacicazgo, el compadrazgo y el parentesco, situaciones que por estar muy acentuadas, influyen poderosamente en la expresión colectiva. El municipio, es el verdadero sitio de confluencia ciudadana, aquí las personas se encuentran más cerca de la autoridad, aquí están los conflictos que aquejan a la gente y aquí la solución se hace expedita.
A pesar de que el centralismo ha opacado la acción encomendada a los municipios después de la vigencia de las normas de la Constitución de 1991 y de la Ley 136 de 1994, se reconoce que se ha experimentado una dinámica prodesarrollo que ha suplido en parte el vacío de la inexistencia de la plena descentralización. Pero se desaprovechó la integración municipal en “provincia” que es necesaria. A pesar de todo, los alcaldes de las grandes ciudades están dando ejemplo en cuanto a la solución de los problemas comunitarios. Sobresale el ahorro humano y financiero en busca del mayor rendimiento de los dineros bajo su manejo. Vienen demostrando un compromiso individual para alcanzar las metas propuestas en los planes de desarrollo y en los presupuestos anuales, entregando, algunos, balances que denotan eficiencia.
Es una aspiración para el futuro de contar en Colombia con un municipio de mayor autonomía administrativa y financiera. Pero existen trabas, porque en cientos de municipios, los mandatarios persisten en continuar administrando igualmente, para ellos el pasado no ha pasado y lo prosaico es el presente. Se reconoce que los buenos ejemplos de gestión se están dando y el beneficio se extiende pedagógicamente al comenzar a popularizarse la cultura de vocación del servicio público, del trabajo colectivo, de la austeridad y de la honradez en la administración de lo oficial. Se acepta que se ha avanzado, pero aún nos quedamos cortos para el autogobierno que se reclama.
Durante el tiempo que se ha venido demandando la autonomía, se ha desaprovechado un instrumento de desarrollo de capital importancia. El ideal de asociar municipios pertenecientes a un mismo departamento para fundar provincias, creadas por ordenanza de las asambleas, se rezagó, hasta el punto que la previsión de la Carta Política hoy está sepultada. Después de dieciocho años de vigencia normativa no contamos con una experiencia sobre esta organización que nos lleve a confrontar la realidad con el pensamiento del constituyente del 91. Al final, la evaluación es desfavorable al no haberse ensañado lo que nos entregó la reforma constitucional.
POSDATA: De la literatura financiera: No se puede patrocinar la angustia generacional al legar enormes cuentas fiscales y sociales a nuestros hijos.