Empieza el año y también la campaña política para elegir a los miembros del Senado y de la Cámara de Representantes de Colombia. Es triste, que después de todo lo que ha pasado con la conexión entre políticos y paramilitares, ningún partido haya tenido el valor de desechar a los candidatos que son familiares cercanos a las personas que tuvieron nexos con la combinación narco paramilitar. Por el contrario, la conducta de esas agrupaciones partidistas es manifiesta, son incapaces de reprobar semejante colaboración porque la consideran necesaria para el triunfo. El voltearepismo, auspiciado por el actual gobierno, provocó un gran daño al saneamiento de la política anulando la ideología. Aún más, ciertos candidatos presidenciales frente a esos casos han preferido el silencio en vez de apoyar la pureza del próximo debate electoral. ¡Algo huele mal!
A la postre lo que está pasando es la materialización de la torcida compostura, que en cambio de engalanar a la república que necesita un congreso de gente limpia, empaña su reputación. La sociedad, arrinconada, que es la que ha puesto la sangre de muchos compatriotas sacrificados por la violencia descarnada de la sociedad delincuencial, debería reaccionar. Por lo visto, no hemos tocado fondo y la guacherna política desesperadamente se tomará el poder. Con alguna excepción, en esta maratón no hay propuestas serias de partidos, como tampoco de los candidatos considerados individualmente. Mucha cháchara y pocas ideas brotan de la cabeza de los postulados, con la gravedad de que hay una ausencia de personas decentes participando en la actual contienda.
El método para conquistar el voto es el mismo, las caras no cambian. En situaciones concretas, los enlistados se mimetizan, y en vez de leones que son, se creen ovejas. Mientras el país permita la utilización del presupuesto público (contratos, cargos y prebendas), como maquinaria oficial (ministerios, gobernaciones y alcaldías), con el fin de financiar las campañas políticas y el ciudadano no rechace el modo, se seguirá catapultando a las turbas hereditarias y a los muérganos. Así no habría lugar a depurar ni cambiar, con la consiguiente amenaza de conformarse el futuro congreso con mayoría de politiqueros, ineptos, manzanillos y corruptos.
No hay tiempo para lamentaciones cuando el camino es fragoso. De no ser otro el escenario, habrá cuatro años de lo mismo. Los nuevos congresistas de bien, en minoría, que podrían cambiar la situación construyendo otro país, no estarían en capacidad de hacerlo, pues la chusma mayoritaria genuflexa al poder ejecutivo lo impediría. Hemos visto en el pasado y en el presente, que el desposorio ha convertido en una a las dos ramas del poder público, cuando debieran funcionar separadamente para el mantenimiento y consolidación de la democracia; esa fusión se ha encargado de anular la acción de todo aquél que quiera legislar en beneficio común de los colombianos.
Dominados los electores por los aspirantes que tienen los bolsillos llenos de plata y con maquinaria oficial para conquistar el voto dependiente y obediente, que en nuestro país es mayoría frente al total de votantes, se cumple la sabia fábula del lobo y el cordero (aquél, fuerte y adulto, se devora a éste que es manso y joven), de la cual resulta el corolario: “Cuando un lobo se empeña en tener razón, ¡pobres corderos! De nada sirven verdades ni razones con infames perversos; solo puede dominarles la fuerza.” Muchos ciudadanos, frente a la pasividad de los abstencionistas, preferirán el voto en blanco, como rechazo a los sucesos aberrantes de nuestra querida patria.
POSDATA: “La hambre de crecida renta cuando más come, queda más hambrienta.”, lo había expresado el cronista español Juan de Castellanos.
A la postre lo que está pasando es la materialización de la torcida compostura, que en cambio de engalanar a la república que necesita un congreso de gente limpia, empaña su reputación. La sociedad, arrinconada, que es la que ha puesto la sangre de muchos compatriotas sacrificados por la violencia descarnada de la sociedad delincuencial, debería reaccionar. Por lo visto, no hemos tocado fondo y la guacherna política desesperadamente se tomará el poder. Con alguna excepción, en esta maratón no hay propuestas serias de partidos, como tampoco de los candidatos considerados individualmente. Mucha cháchara y pocas ideas brotan de la cabeza de los postulados, con la gravedad de que hay una ausencia de personas decentes participando en la actual contienda.
El método para conquistar el voto es el mismo, las caras no cambian. En situaciones concretas, los enlistados se mimetizan, y en vez de leones que son, se creen ovejas. Mientras el país permita la utilización del presupuesto público (contratos, cargos y prebendas), como maquinaria oficial (ministerios, gobernaciones y alcaldías), con el fin de financiar las campañas políticas y el ciudadano no rechace el modo, se seguirá catapultando a las turbas hereditarias y a los muérganos. Así no habría lugar a depurar ni cambiar, con la consiguiente amenaza de conformarse el futuro congreso con mayoría de politiqueros, ineptos, manzanillos y corruptos.
No hay tiempo para lamentaciones cuando el camino es fragoso. De no ser otro el escenario, habrá cuatro años de lo mismo. Los nuevos congresistas de bien, en minoría, que podrían cambiar la situación construyendo otro país, no estarían en capacidad de hacerlo, pues la chusma mayoritaria genuflexa al poder ejecutivo lo impediría. Hemos visto en el pasado y en el presente, que el desposorio ha convertido en una a las dos ramas del poder público, cuando debieran funcionar separadamente para el mantenimiento y consolidación de la democracia; esa fusión se ha encargado de anular la acción de todo aquél que quiera legislar en beneficio común de los colombianos.
Dominados los electores por los aspirantes que tienen los bolsillos llenos de plata y con maquinaria oficial para conquistar el voto dependiente y obediente, que en nuestro país es mayoría frente al total de votantes, se cumple la sabia fábula del lobo y el cordero (aquél, fuerte y adulto, se devora a éste que es manso y joven), de la cual resulta el corolario: “Cuando un lobo se empeña en tener razón, ¡pobres corderos! De nada sirven verdades ni razones con infames perversos; solo puede dominarles la fuerza.” Muchos ciudadanos, frente a la pasividad de los abstencionistas, preferirán el voto en blanco, como rechazo a los sucesos aberrantes de nuestra querida patria.
POSDATA: “La hambre de crecida renta cuando más come, queda más hambrienta.”, lo había expresado el cronista español Juan de Castellanos.