ARQUITECTURA DE LA TRAMPA

Ciertos candidatos a la presidencia de Colombia olvidan muchas cosas perversas. Están pasando por una enfermedad bastante grave: mal de alzhéimer. Uno de ellos olvidó los falsos positivos y otro justificó haber entregado avales a candidatos al congreso con rabo de paja. Nos acostumbramos a no pedir cuentas ni a exigir responsabilidad política a los altos funcionarios como tampoco a los directorios políticos cuando cometen errores graves en el ejercicio de sus funciones. Si algo les atañe a ellos responsabilidad, no les cuesta nada en hacerse los de la vista gorda, culpando a sus subalternos y chupatintas para que los fiscales y los jueces se los coman vivos o borrando con las cuatro lo que el público ha observado como práctica corrupta.

Antanas Mockus viene siendo asediado por ciertos representantes de la corrupción política (especialmente azul), en busca de que los refugie en su partido, pero la dirección de la campaña les ha cerrado la puerta, como una postura digna y correcta, y además diferente a la de otros candidatos que están recibiendo a los chaqueteros a manos llenas. Esa oleada es una reacción al repunte revelado por la encuesta y el favoritismo popular de Mockus. Los trasnocha el hecho de quedarse sin el pan y la arepa en momentos en que en el viejo refugio escasea la vianda. Es sobreentendido que la familia de los “Verdes” rechaza a los sectores y personas cuestionadas. Por consiguiente, no hay cama para tanta gente y en el futuro la posibilidad de albergue se cierra por completo.

El debate realizado a través de la televisión no ha cumplido con las expectativas exigidas por los televidentes. En cierto momento se torna cursi y se parece mucho a lo que se ve en los escenarios de la reinas de belleza de Cartagena. En cuanto a preguntas, han faltado las que atañen a los delicados problemas nacionales relevantes, lo que obliga a pensar en una reorientación, a no ser que la autonomía intelectual embelesa, siendo preferencial que el debate se profundice con contrapreguntas enriquecidas por la agudeza e imparcialidad de los periodistas intervinientes o los académicos seleccionados para hacerlas. Se entiende que hay muchas limitaciones en el espacio de la televisión, por consiguiente es preferible llevar a la pantalla un ordenamiento temático hasta su agotamiento, que repetir los mismos contenidos que están llevando a la confusión ciudadana.

Algunos medios de comunicación han enredado al país en la propaganda de la seguridad democrática, como única alternativa para enfrentar a la subversión, contagiando las candidaturas de Juan Manuel Santos y de Noemí Sanín, hasta el punto de que la poca profundidad de las propuestas de los dos postulados se quede en el fondo del cántaro. Y como el aceite, la seguridad democrática, cacareada por la propagada oficial, flote en la superficie del tarro y sea bandera para descuerar a los otros candidatos que no comulgan con esa posición. Salvo otra opinión, la violencia se apoya en la falencia de nuestra justicia que poco o nada castiga al delincuente y al corrupto con la oportunidad y la efectividad que espera el ciudadano.

El último incidente televisivo entre Santos y Noemí dejó mucho de qué hablar, los medios saturaron la información de la semana con opiniones sobre el frente a frente que tuvieron los dos. La ventaja la ha tenido Santos para buscar su rumbo, no tan santo, aprovechando la rendija e insinuar a los ilegales del transfuguismo que vengan a su reino. Santos, trasloado por la genuflexión de los oportunistas no hace otra cosa que optar por el mismo sendero de ministro de defensa, batiendo el récord para enfurecer a los mandatarios de Venezuela y Ecuador. Pero él, no tiene nada nuevo sobre lo que pide la mayoría de la gente, que es cambiar la manera de hacer la política y proyectar la paz.

POSDATA: En el actual ambiente, acuñaría el pensador argentino José Ingenieros: “Y así como los pueblos sin dignidad son rebaños, los individuos sin ella son esclavos.”

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