Hace sesenta y dos años sucedió el magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán Ayala, líder del partido liberal. Fue el 9 de abril de 1948 en la carrera séptima de Bogotá, exactamente al mediodía al salir de la oficina. Es costumbre que la alcurnia del poder borre la historia cuando los acontecimientos sucedidos no son de su interés, como en este caso. Gaitán, murió vilmente y el homicidio quedó impune para siempre, enterrado en el mismo sitio donde reposan los restos del inmolado. Los propósitos encaminados a encontrar la verdad sobre los autores del horrendo crimen se esfumaron en el ambiente tramoyero de la época y contribuyeron a la prescripción definitiva del delito.
Al igual que hoy, en la década de 1940 Colombia atravesaba una difícil situación política acentuada por la corrupción imperante, la hipocresía y la especulación, funcionando una sociedad injusta con predominio de la desigualdad. Una de las mayores preocupaciones de Gaitán fue convertir al liberalismo en un partido progresista, cuya finalidad eran “la justicia social y la dignificación del hombre, a partir de los más humildes.” Ardiente luchador en pro de la organización liberal, la que adelantó a costa de los honorarios del ejercicio profesional y de la economía personal fundamentada en la austeridad. Con todo, después de su muerte, el partido cayó en malas manos hacia la destrucción.
A pesar de sus oponentes encumbrados liberales, se distinguió por ser un exponente de la restauración moral de la República. Amigo de la intervención del Estado en la economía, de la tierra para quien la trabaja, de la conformación del sistema económico por el capital y el trabajo y de la censura del enriquecimiento mediante la especulación. Defensor de la educación y del derecho de la mujer a la educación superior. Atacó la farsa de la función electoral, porque no podía seguir siendo un negocio ejecutado por hábiles electoreros. La consideró como sincera manifestación de la democracia para elegir a los seres más dignos y capaces. Estaba Gaitán en su tiempo, situación tan igual a la que hoy vive la Nación. Los problemas relacionados con la pobreza, la justicia, la igualdad y el ejercicio político, que fueron tratados por Gaitán, viven en la realidad colombiana.
La fogosidad y la elocuencia caracterizaron el discurso de Gaitán, movía la esperanza de superación de los excluidos de la sociedad económica y de los desprotegidos por el Estado (era la chusma). Esta gente lo seguía, en su afán humano de salir de la pobreza y del abandono social. A través de la palabra y como gladiador político: “Desenmascaraba a los especuladores de la fe pública, descubría las trampas y los engaños que se le tendían y no sería la máquina más sumisa que depositaba los votos como se lo mandaban, sino una fuerza consciente capaz de modificar la trayectoria de los destinos de la patria.”
Con el grito: ¡A la carga! motivaba a sus seguidores en la plaza pública, que contra las iniquidades todopoderosas, se unían a la consecución de la victoria electoral. Su política fue objeto de burla por parte de los principales jefes del liberalismo que representaban al “país político” frente a Gaitán que encarnaba al “país nacional”. La oligarquía, a la que se refirió Gaitán, son los mismos, propietarios que dirigen el poder político a su arbitrio para imponer las condiciones del manejo fiscal, financiero, industrial y empresarial del país. Esa situación no ha sido superada. Algunos de los actuales candidatos presidenciales representan al “país político” que combatió Jorge Eliécer Gaitán. ¡El escenario de hoy, tan igual al de 1948, obliga a la recapacitación!
Al igual que hoy, en la década de 1940 Colombia atravesaba una difícil situación política acentuada por la corrupción imperante, la hipocresía y la especulación, funcionando una sociedad injusta con predominio de la desigualdad. Una de las mayores preocupaciones de Gaitán fue convertir al liberalismo en un partido progresista, cuya finalidad eran “la justicia social y la dignificación del hombre, a partir de los más humildes.” Ardiente luchador en pro de la organización liberal, la que adelantó a costa de los honorarios del ejercicio profesional y de la economía personal fundamentada en la austeridad. Con todo, después de su muerte, el partido cayó en malas manos hacia la destrucción.
A pesar de sus oponentes encumbrados liberales, se distinguió por ser un exponente de la restauración moral de la República. Amigo de la intervención del Estado en la economía, de la tierra para quien la trabaja, de la conformación del sistema económico por el capital y el trabajo y de la censura del enriquecimiento mediante la especulación. Defensor de la educación y del derecho de la mujer a la educación superior. Atacó la farsa de la función electoral, porque no podía seguir siendo un negocio ejecutado por hábiles electoreros. La consideró como sincera manifestación de la democracia para elegir a los seres más dignos y capaces. Estaba Gaitán en su tiempo, situación tan igual a la que hoy vive la Nación. Los problemas relacionados con la pobreza, la justicia, la igualdad y el ejercicio político, que fueron tratados por Gaitán, viven en la realidad colombiana.
La fogosidad y la elocuencia caracterizaron el discurso de Gaitán, movía la esperanza de superación de los excluidos de la sociedad económica y de los desprotegidos por el Estado (era la chusma). Esta gente lo seguía, en su afán humano de salir de la pobreza y del abandono social. A través de la palabra y como gladiador político: “Desenmascaraba a los especuladores de la fe pública, descubría las trampas y los engaños que se le tendían y no sería la máquina más sumisa que depositaba los votos como se lo mandaban, sino una fuerza consciente capaz de modificar la trayectoria de los destinos de la patria.”
Con el grito: ¡A la carga! motivaba a sus seguidores en la plaza pública, que contra las iniquidades todopoderosas, se unían a la consecución de la victoria electoral. Su política fue objeto de burla por parte de los principales jefes del liberalismo que representaban al “país político” frente a Gaitán que encarnaba al “país nacional”. La oligarquía, a la que se refirió Gaitán, son los mismos, propietarios que dirigen el poder político a su arbitrio para imponer las condiciones del manejo fiscal, financiero, industrial y empresarial del país. Esa situación no ha sido superada. Algunos de los actuales candidatos presidenciales representan al “país político” que combatió Jorge Eliécer Gaitán. ¡El escenario de hoy, tan igual al de 1948, obliga a la recapacitación!
POSDATA: La democracia funcional pregonada por Gaitán: los hombres pueden ascender solo por virtud de su capacidad y no de la intriga y las influencias.