Excepcionalmente a un presidente de la república se le despide con tanta reverencia y entusiasmo como ha sucedido con Álvaro Uribe Vélez. Para millones de colombianos él se lo merece y para otros tantos existe la reserva sobre el hecho del adiós publicitado extremadamente por la prensa nacional. Una excepción de la opinión lo vio como lambonería. Respetable la expresión pública de los adeptos y también respetable la opinión de los que no son del estilo del agradecimiento mediático para con una persona cuando su normal obligación era servir a la nación ahincadamente como él lo hizo. Pero de todo hay en la viña del señor y en democracia lo que ha pasado tiene valor humanamente hablando.
Arranca el nuevo gobierno presidido por Juan Manuel Santos. Recibe Santos al país con avances indiscutibles, especialmente en el frente de seguridad interior y el progreso material, pero también quedan lunares que afectan a los ciudadanos del común como la alta tasa de desempleo promedio, que en junio fue de 11.6%, superior a la del año pasado en la misma fecha, y el subempleo que se acentuó, sin dejar de resaltar que en ciertos departamentos la cifra de desocupados se elevó a más del 18%. De tiempo en tiempo la corrupción avanzó tremendamente, ahogó a los presupuestos públicos tanto en el campo nacional como en el local, empañando al gobierno que sale y neutralizando el efecto positivo de muchas cosas buenas que se realizaron.
Hay una gran tarea de la administración: el fomento del empleo, prioridad destinada a bajar la alta tasa de desocupación al mínimo dígito y erradicar definitivamente el subempleo. Desempleo y subempleo son males que afectan la estabilidad política y social de la república, dejando por fuera de la economía a miles de familias que padecen hambre, viven en la pobreza y en la miseria. Los pobres son 19.9 millones de compatriotas y los miserables 7.2 millones según la Mesep (Misión para el Empalme de las Series de Empleo, Pobreza y Desigualdad), cifra desalentadora que compromete al Estado a realizar una gestión en busca de la equidad, aspirar y avanzar más.
Sin embargo, se abren las puertas para seguir progresando, el sector minero-petrolero que representa la mayor expectativa, ayudado por la dinámica económica proyectada, generarían la tributación necesaria para impulsar el desarrollo económico, social y humano del país. Es de esperarse que así sea, y el gobierno aproveche efectivamente los ingresos públicos que se produzcan sin permitir que sean una fuente para alimentar la corrupción.
El saqueo de los recursos oficiales y la captura del Estado por las minorías justifican la ejecución del plan específico aprobado por el equipo de gobierno en Anapoima. Habida cuenta de que existe esta propuesta clara para erradicar la corrupción, se tiene la esperanza de que el presidente de la república y el ministro de justicia sean los pioneros que exterminen la robadera al tesoro público. Cuestión que iría articulada con el propósito de reforma a la justicia, sobre pronta aplicación, capacitación y actualización permanente de los fiscales y jueces, sanción a la morosidad y cumplimiento de la jurisprudencia de las cortes.
Arranca el nuevo gobierno presidido por Juan Manuel Santos. Recibe Santos al país con avances indiscutibles, especialmente en el frente de seguridad interior y el progreso material, pero también quedan lunares que afectan a los ciudadanos del común como la alta tasa de desempleo promedio, que en junio fue de 11.6%, superior a la del año pasado en la misma fecha, y el subempleo que se acentuó, sin dejar de resaltar que en ciertos departamentos la cifra de desocupados se elevó a más del 18%. De tiempo en tiempo la corrupción avanzó tremendamente, ahogó a los presupuestos públicos tanto en el campo nacional como en el local, empañando al gobierno que sale y neutralizando el efecto positivo de muchas cosas buenas que se realizaron.
Hay una gran tarea de la administración: el fomento del empleo, prioridad destinada a bajar la alta tasa de desocupación al mínimo dígito y erradicar definitivamente el subempleo. Desempleo y subempleo son males que afectan la estabilidad política y social de la república, dejando por fuera de la economía a miles de familias que padecen hambre, viven en la pobreza y en la miseria. Los pobres son 19.9 millones de compatriotas y los miserables 7.2 millones según la Mesep (Misión para el Empalme de las Series de Empleo, Pobreza y Desigualdad), cifra desalentadora que compromete al Estado a realizar una gestión en busca de la equidad, aspirar y avanzar más.
Sin embargo, se abren las puertas para seguir progresando, el sector minero-petrolero que representa la mayor expectativa, ayudado por la dinámica económica proyectada, generarían la tributación necesaria para impulsar el desarrollo económico, social y humano del país. Es de esperarse que así sea, y el gobierno aproveche efectivamente los ingresos públicos que se produzcan sin permitir que sean una fuente para alimentar la corrupción.
El saqueo de los recursos oficiales y la captura del Estado por las minorías justifican la ejecución del plan específico aprobado por el equipo de gobierno en Anapoima. Habida cuenta de que existe esta propuesta clara para erradicar la corrupción, se tiene la esperanza de que el presidente de la república y el ministro de justicia sean los pioneros que exterminen la robadera al tesoro público. Cuestión que iría articulada con el propósito de reforma a la justicia, sobre pronta aplicación, capacitación y actualización permanente de los fiscales y jueces, sanción a la morosidad y cumplimiento de la jurisprudencia de las cortes.
POSDATA: El escritor alemán Richard Wagner ya lo había escrito: “El pueblo tiene sed de ejemplos porque tiene necesidad de fe.”