Mientras Colombia se hunde por la violencia, el hambre, la pobreza, el narcotráfico, la corrupción administrativa y política, la desconfianza de la ciudadanía en sus dirigentes, etcétera, hay congresistas empecinados en el trámite de proyectos de ley sin tener en cuenta la realidad nacional y el bajo provecho para la mayoría de colombianos. El proyecto de ley "Por la cual se modifica la denominación de la moneda legal colombiana, en desarrollo del numeral 13 Artículo 150 de la Constitución Política" es uno de esos. Es propósito quitarles tres ceros al billete y moneda metálica actual, así por ejemplo, mil pesos de los que circulan hoy se convertirían en uno.
Como el proyecto es de bajo perfil es posible que tenga un trámite rápido que ni los propios congresistas se den cuenta y sea aprobado a pupitrazos como ha sucedido con otros similares, pero una vez sancionado por el Presidente de la República y publicado se podría comprobar que el servicio que prestaría a la sociedad no compensa el costo (dinero y tiempo) en que ha incurrido el congreso. Los argumentos motivo de la diligencia apenas convencen a los incautos que ensalzan la mínima gestión de la adelgazada representación de algunos congresistas que con iniciativas de esa índole justifican su presencia en el capitolio. Sería más conveniente que esas horas empleadas en el trámite se aplicaran al estudio de otros proyectos de leyes útiles que cursan sin el entusiasmo que ha despertado el de marras.
La tasa de inflación en los últimos años viene siendo baja y el peso colombiano se revalúa frente al dólar, fenómeno económico que favorece mantener el actual peso con sus ceros. El costo del cambio de denominación sobrepasa los doscientos mil millones de pesos, que es una suma grande y no bicoca como se quiere aparecer por los ponentes del proyecto, dicen que ese costo lo cubriría el Banco de la República dando a entender que por ese motivo no existe, mientras desde todo punto de vista es un gasto del estado por la naturaleza del banco central. Esa plata se necesita para adelantar acciones urgentes, por ejemplo: la reforma de la justicia y la atención de los desplazados.
Aunque se diga lo contrario, el cambio sugerido conllevaría a un aumento de los precios sin que nadie se daría cuenta, es bueno recordar que lo que sube nunca baja. Algo curioso resulta la declaración del senador Guerra de la Espriella, afirma que la medida le daría mayor eficiencia a la moneda porque la que hoy se maneja es pesada, debido a los ceros que contiene. Descabellada afirmación, que conduce a más confusión para los ciudadanos del común, los ceros no pesan en el bolsillo de nadie, lo que faltan señor senador es plata en los bolsillos de nuestros compatriotas, esa demagogia es para los legos de su clientela del departamento de Sucre.
Comparto la apreciación del economista de la Universidad de Antioquia Jorge Barrientos Marín en el sentido de que es importante resaltar que el cambio de moneda tiene el efecto de controlar las hiperinflaciones, no obstante en economías de baja inflación como la colombiana, tendría el efecto opuesto, no llegar a híper-inflar los precios, pero si incrementarlos, digamos dos o tres puntos porcentuales, lo cual en nuestro contexto si sería un desastre, además de acabar con años de esfuerzo del Banco de la República. Sinceramente, proyectos de ley de ese tipo distraen el trabajo legislativo cuando existe un inventario de tareas a realizar que necesitan una labor tesonera por parte de las comisiones del congreso a efectos de entregar finalmente un balance positivo. Y eso es lo que esperan los colombianos a fin de mejorar las condiciones de vida de toda la sociedad.
POSDATA: Se reafirma el pensamiento de la escritora inglesa Madame Tracy: “Los que nada hacen se creen capaces de hacerlo todo.”
Como el proyecto es de bajo perfil es posible que tenga un trámite rápido que ni los propios congresistas se den cuenta y sea aprobado a pupitrazos como ha sucedido con otros similares, pero una vez sancionado por el Presidente de la República y publicado se podría comprobar que el servicio que prestaría a la sociedad no compensa el costo (dinero y tiempo) en que ha incurrido el congreso. Los argumentos motivo de la diligencia apenas convencen a los incautos que ensalzan la mínima gestión de la adelgazada representación de algunos congresistas que con iniciativas de esa índole justifican su presencia en el capitolio. Sería más conveniente que esas horas empleadas en el trámite se aplicaran al estudio de otros proyectos de leyes útiles que cursan sin el entusiasmo que ha despertado el de marras.
La tasa de inflación en los últimos años viene siendo baja y el peso colombiano se revalúa frente al dólar, fenómeno económico que favorece mantener el actual peso con sus ceros. El costo del cambio de denominación sobrepasa los doscientos mil millones de pesos, que es una suma grande y no bicoca como se quiere aparecer por los ponentes del proyecto, dicen que ese costo lo cubriría el Banco de la República dando a entender que por ese motivo no existe, mientras desde todo punto de vista es un gasto del estado por la naturaleza del banco central. Esa plata se necesita para adelantar acciones urgentes, por ejemplo: la reforma de la justicia y la atención de los desplazados.
Aunque se diga lo contrario, el cambio sugerido conllevaría a un aumento de los precios sin que nadie se daría cuenta, es bueno recordar que lo que sube nunca baja. Algo curioso resulta la declaración del senador Guerra de la Espriella, afirma que la medida le daría mayor eficiencia a la moneda porque la que hoy se maneja es pesada, debido a los ceros que contiene. Descabellada afirmación, que conduce a más confusión para los ciudadanos del común, los ceros no pesan en el bolsillo de nadie, lo que faltan señor senador es plata en los bolsillos de nuestros compatriotas, esa demagogia es para los legos de su clientela del departamento de Sucre.
Comparto la apreciación del economista de la Universidad de Antioquia Jorge Barrientos Marín en el sentido de que es importante resaltar que el cambio de moneda tiene el efecto de controlar las hiperinflaciones, no obstante en economías de baja inflación como la colombiana, tendría el efecto opuesto, no llegar a híper-inflar los precios, pero si incrementarlos, digamos dos o tres puntos porcentuales, lo cual en nuestro contexto si sería un desastre, además de acabar con años de esfuerzo del Banco de la República. Sinceramente, proyectos de ley de ese tipo distraen el trabajo legislativo cuando existe un inventario de tareas a realizar que necesitan una labor tesonera por parte de las comisiones del congreso a efectos de entregar finalmente un balance positivo. Y eso es lo que esperan los colombianos a fin de mejorar las condiciones de vida de toda la sociedad.
POSDATA: Se reafirma el pensamiento de la escritora inglesa Madame Tracy: “Los que nada hacen se creen capaces de hacerlo todo.”