CUANDO LOS AÑOS PASAN

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha señalado los días en que debe conmemorarse lo que tiene que ver con derechos, condiciones, actividades, situaciones y profesiones del ser humano y la naturaleza. Es costumbre de algunos amigos, por cierto atentos y con diligencia, que por vía de correo electrónico le recuerdan a uno el día que la humanidad festeja, y lo hacen siguiendo el lineamiento dispuesto por la ONU. El pasado lunes 1° de noviembre fue el “día internacional de las personas de edad”, en esa misma fecha recibí unos alusivos a los hombres y mujeres mayores, a los que la Ley 1251 de 2008 colombiana consideró que cumplidos los sesenta años o más se llamarán adultos mayores.

Viejo, anciano, cacreco, caduco, senil, decrépito, chueco, añoso, vejestorio, senil, machucho, añoso, vejezuelo, caduco, antañón, carcamal, añejo, cano, vetusto, fósil, rancio, provecto, anticuado y hasta prehistórico, es la manera como a ellos se refieren los jóvenes de hoy. Los cariñoso, los tratan como viejecito o veterano o maduro, y los nietos, más refinados, lo distinguen como abuelo o abuelito o simplemente “abue”. El caso es que hay fórmulas de consuelo o estímulo para seguir viviendo a cualquier edad de la vida, puesto que no siempre somos tan viejos, los viejos también fueron jóvenes y los jóvenes igualmente pronto se volverán viejos. Esa es la ley, sitio social último al que nos conduce el transcurrir de los años.

Escogí unas oraciones de un simpático remitente electrónico que escarbó trozos de ideas: “Me gozo estos 60 y pico. Y ya que el cementerio está lleno de gente que estaba aliviada hasta la víspera, mantengo las barbas en remojo. No me he retirado del trago ni de otros pecados capitales y no capitales: ellos se han retirado de mí. Soy "virtuoso" por sustracción de materia. A estas alturas del almanaque no necesito posar de importante ni de inteligente. Eso me aligera el estrés en un 99%. No estoy en el mercado.

El señor Alzhéimer me coquetea desde el silencio. En la calle solo veo a quien quiero. En los escasos cocteles que frecuento no me ven aquellos "amigos" a quienes no les intereso. Contra la orden de mi médica internista, me tomo algunos rones y ejerzo como detestable fumador social, ese que no respeta el pulmón ajeno. Me despierto y me sucede lo que a los gatos: se me agota la agenda. En la madrugada, leo, escribo, escucho programas radiales para noctámbulos, procuro interpretar favorablemente los astros, bebo café. Vuelvo a roncar.

Almorzar solos es una derrota social, sostiene el manito Juan Villoro. Discrepo. Disfruto de mis almuerzos (corrientazos) a solas... con los oídos puestos en el melodrama de la mesa vecina. He procurado vivir siguiendo el consejo del viejo Mark Twain: vive de tal forma que hasta el empresario de pompas fúnebres lo lamente. No creo que lo haya logrado. Lo he intentado al menos.”

POSDATA: El mensaje del tratadista francés Jean de la Bruyère: “Tememos la vejez, aunque ignoramos si llegaremos a ella.”

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