La situación del país no puede ser más delicada en el campo social que la actual a consecuencia del severo invierno. Es posible que la cifra real de damnificados rebase la cuenta oficial y la de los organismos de socorro que vienen actuando, con el fin de mitigar el sufrimiento de las víctimas humanas y el efecto del deterioro de la geografía y la economía local. Lo que se creía que era de poca monta, ya suma un presupuesto de 10 billones de pesos. Transcurridas varias semanas nadie del estamento público sabe por dónde empezar, lo que es una lección que deja la naturaleza para los gobernantes, dirigentes y la sociedad.
Si bien Colombia, cuenta con los instrumentos institucionales del caso para atender situaciones como la de ahora, está demostrado que en materia de planeación y recursos públicos se quedó corta, puesto que la gravedad de un caso como el actual no da espera a soluciones de mediano plazo como tampoco a empezar ahora a planificar, que es lo que está sucediendo en este caso concreto, cuando lo que se requiere es tomar una decisión puntual para desarrollar tareas rápidas con fines de neutralizar el efecto y poner a buen recaudo a las víctimas.
Habíamos empezado bien con el nuevo gobierno, reinaba entre los ciudadanos y la clase empresarial un entusiasmo de progreso sobre el futuro de la Nación, entendiendo que a partir del año 2011 se iban a superar muchas dificultades que afectan de una u otra manera a la familia colombiana. El primero de esos males: el desempleo, sobre el cual se tenían algunas soluciones, igualmente los proyectos sociales que consolidaban la confianza en el gobierno de Santos, sin desconocer la aceptación entre los ciudadanos del empuje del gabinete ministerial como motor de las iniciativas de la administración. Pero con la venida del fuerte invierno y las consecuencias que ha dejado el asunto se torna distinto y el pronóstico cambia.
Se sabe que los fenómenos naturales son difíciles de predecir, pero también se sabe que existen instrumentos de previsión que pueden contribuir a mitigar sus impactos. La mayor debilidad está en no haber podido contar con esa ayuda que, indudablemente, habría contribuido a hacer menos dolorosa la tragedia de muchos compatriotas, entre ellos, los pobres que en esta ocasión son los mayormente afectados. Por eso, el pronóstico ha cambiado y ya la Comisión Económica para la América Latina (CEPAL) señala que el crecimiento del país en el 2010 no será superior al 4%.
Las soluciones del financiamiento de la tragedia están dadas: recurrir al crédito externo, a las regalías, disminuir las exenciones tributarias y solicitar el apoyo empresarial. Sin lugar a dudas a una crisis le sucede un futuro prometedor, si se sabe aprovechar el gasto público y su efecto multiplicador se lograría sacar de la miseria a muchas personas y llevar la prosperidad a las regiones afectadas, con la condición de que la corrupción no se apropie de los dineros. La acción del gobierno nacional ha sido muy lenta, apenas se están expidiendo los primeros decretos. No se podría pasar por alto la responsabilidad de ciertas autoridades y entidades del orden oficial que omitieron adelantar acciones previsivas. Apenas empiezan los denuncios ciudadanos sobre el descuido oficial. Y el gobierno nacional se apresta a restarle recursos a las corporaciones autónomas regionales por su negligencia. ¡Buena medida! Y en este asunto, no puede quedar exento de responsabilidad el ministerio de medio ambiente, vivienda y desarrollo territorial.
POSDATA: Con razón el tratadista italiano Leonardo de Vinci lo había expresado: “He aquí una cosa que cuanto más se necesita menos se estima: el consejo.”