Lo que pasa en Córdoba no es nuevo. El ambiente de criminalidad reinante ha levantado una gran polvareda en la comunidad nacional y departamental y con razón, en el pasado sin oídos ni ojos para afrontar el problema poco se hizo, la violencia es vieja, primero la protagonizó la guerrilla, luego los paramilitares y ahora los rezagos de todo aquello que surge con más ímpetu y que ha contagiado a la región con una enfermedad exógena a nuestras costumbres, aumentando la inseguridad entre la población. Todos estos victimarios cargando con los crímenes más atroces y la mayoría de las masacres quedando en la impunidad.
Solo el hecho de haber caído por las balas de los asesinos dos universitarios, uno de ellos perteneciente a una prestante familia de la alcurnia bogotana, conmovió al Presidente de la República haciéndole entender que aquí en Córdoba hay un grave problema de orden público que entorpece la tranquilidad ciudadana, lo que siendo un hecho real se materializa en los horrendos asesinatos donde caen muertos muchos más jóvenes y compatriotas. Estos monstruosos homicidios tienen un costo por cabeza, por los dos universitarios ofreció el gobierno nacional quinientos millones de pesos para dar con el paradero de los autores, mientras que por el nieto del alcalde de Puerto Asís (Putumayo) de apenas de diecisiete años de edad, asesinado en circunstancia parecidas, cinco millones.
Los medios de comunicación de Córdoba han sido denunciantes permanentes de la situación de violencia aberrante como consecuencia de la presencia de la delincuencia organizada que arrastra con todo lo que encuentra a su paso. Pero no solo al gobierno nacional hay que reclamarle. También, con anterioridad, debió reclamársele a la gobernadora por la pasividad frente a la delicada situación, cuando en su oportunidad no hizo el requerimiento pertinente a los comandantes del ejército y de la policía establecidos aquí en el departamento y haberles exigido que cumplieran con su deber poniendo al servicio de la paz las armas para combatir a estos grupos forajidos, lo que por cierto no era una petición exagerada, pero sí justa.
No todo se puede esperar del alto gobierno, desde el mismo lugar de los hechos las autoridades locales establecidas pueden exhortar a quienes monopolizan las armas para que obedezcan y actúen. Frente a las actuales circunstancias de violencia la reacción del gobierno nacional se realiza como melodrama de la vida de los territorios golpeados por la violencia. Sin lugar a duda, los últimos acontecimientos han conmovido al Estado Nacional para poner en acción un batallón de soldados e instalar aquí una base antinarcóticos, que aunque hace mucho tiempo debió tomarse la decisión, se recibe con complacencia, sería la encargada de combatir los criminales que rondan la costa marítima del departamento, la cual, casualmente, está muy cerca de la base naval de Cartagena donde se encuentran los encargados de cuidar los mares de Colombia. ¡Ojalá nos dure!
Córdoba fue quizás el departamento más visitado por los ministros del gobierno del presidente Álvaro Uribe, quienes venían a percatarse de los hechos criminales pero no hicieron el oficio completo pues la tierra los cautivó: comieron y bebieron de lo lindo y hasta luego, indigestos del banquete volvieron a su estado natural una vez el avión que los llevó de vuelta topó la sabana bogotana. ¡Y nada nos dejaron en materia de orden público!
POSDATA: Por el momento habrá que repetir con el filósofo suizo Fréderic Amiel: “La incertidumbre es el asilo de la esperanza.”