DERRUMBE MORAL DE LA POLÍTICA

A pesar de que el gobierno ha sentenciado que la situación es difícil en materia electoral y prevé un panorama oscuro anunciando medidas rigurosas para superarla, el asunto no está totalmente claro. Los políticos vienen cargando las baterías para implantar la corruptela y poder financiar las elecciones del próximo mes de octubre con la plata de las gobernaciones y de las alcaldías (con patrocinio de gobernadores y alcaldes) sin que el ojo visor oficial se dé cuenta de la trampa. Políticos que se visten de oveja y timan a sus electores de manera glamurosa, a los cuales le tiran para que chupen un ratico: el cuaderno, el mercado, la teja, el ladrillo o el contratico.

Y en los pueblos de Córdoba, como en Sahagún, los políticos se enloquecen, despilfarran la coima de los contratos de Bogotá, después del baratillo también reparten neveras y utensilios domésticos de algún valor para comprar al paupérrimo electorado. El caso de Sahagún descrito por la revista Semana, aunque es el mismo que se repite en cada proceso electoral, ahora se pone al descubierto y aterroriza como prototipo de pillaje. Es Sahagún un poblado que está integrado por barriadas de miseria y sin servicios públicos eficientes, sucumbe en la pobreza, mientras la horda política se enriquece sin piedad aprovechando la desorganización contable municipal abierta a la rapiña.

Pero no solo allí lo que pasa causa vergüenza, es también en otros municipios de nuestro departamento que se redobla la mala costumbre que ha podrido el voto en pro del financiamiento electoral por medio de los dineros públicos, la gente temerosa ya no delata a nadie y los medios de comunicación no alcanzan a verificar la cantidad de denuncia que llega a los periodistas. Los políticos suman las tajadas presupuestales oficiales para construir el becerro de oro, el cual no es para la adoración del pueblo, sino para acumular en la mochila de billetes que va a financiar la próxima contienda electoral y la hacienda privada.

Esos personajes son los dilapidadores de los impuestos, una parte la cogen para engrosar sus propias fortunas y otra para financiar sus elecciones, así se constituyen en un ejército de parásitos que se levantan contra el sistema electoral, sin miedo a la ley y sin ética en el ejercicio político. La bacanal se prepara en aras de adueñarse de las gobernaciones, de las alcaldías, de las asambleas y de los concejos. Ante semejante propósito corroñoso, no hay lugar a quedarse inactivo frente a la tropa de esos malos ciudadanos (¿ciudadanos?, ¡mamola!).

Las veedurías ciudadanas que podrían ejercer vigilancia electoral han venido desapareciendo en Córdoba. Fueron suprimidas por ciertos sectores de la clase política, que al ver que eran un obstáculo para defraudar al Estado, instigaron a sus genuflexos adeptos para que dispararan. Los políticos acostumbrados a la paga y no al servicio de los pueblos siguen delinquiendo y sin miedo a la justicia de los fiscales, magistrados y jueces. ¡Aún así el denuncio de la gente vale!

POSDATA: “El saco de muy lleno se rompe.”, había sentenciado el erudito español Juan Francisco de Villalba.

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