No era para menos el espanto: “el lucro”, como símbolo del mercado metido en la educación superior. Tamaño elefante que los académicos y los estudiantes no pudieron tragar entero. Después de la calurosa discusión que se armó con motivo del proyecto de ley que metía a la utilidad en la creación de la universidad, todo volvió a la calma ante el contrario anuncio presidencial. Con beneplácito recibió la comunidad educativa, amiga del fortalecimiento de la universidad pública, la decisión del presidente Juan Manuel Santos de retirar del proyecto de ley sobre reforma a la educación superior la financiación por el capital privado. Contrasta lo que aquí estaba pasando con los sucesos de Chile, episodio que había comentado la semana anterior.
Allá arde el ambiente por el propósito del presidente Piñera, águila de los negocios, de poner en ejecución un exabrupto igual, mientras aquí hace una semana quedaba viva la franja del inconformismo por la misma iniciativa. Aunque sin llegarse al extremo de rebelión como en Chile, no obstante que eran sobrados los argumentos corporativos y de conveniencia nacional opuestos al proyecto, ya se veía aplastada esta manifestación antagónica. En Chile, los estudiantes y la academia siguen en la lucha oponiéndose al lucro en la educación universitaria con fuerza de marchas contra la posición gubernamental que no quiere ceder.
Aunque hablar de lucro en la universidad privada colombiana es un melodrama, melodrama con muchos actores, del cual han estado excluidos los padres de familia y los educandos, las universidades privadas sí tienen ánimo de lucro en Colombia, aunque en el papel no sea observada tal situación (es letra chica), sus fundadores pueden hacer lo que les venga en gana con las utilidades que producen las matrículas. Además, es comprobado, ayer como hoy, que es un negocio lucrativo que da licencia a algunas para funcionar sin el rigor de calidad y seriedad que la educación exige.
Es el momento de recordar que en la década del noventa se hizo un debate parecido por la financiación de unas, mediante capitales procedentes del narcotráfico. Las autoridades nacionales frente al escándalo público se vieron presionadas y tomaron algunas medidas frías tendientes a frenar el apoyo irregular que tanto daño moral le venía haciendo a la educación superior. No obstante, la inyección de dinero mal habido ya se había llevado a cabo en las propias narices del Ministro de Educación y del director del ICFES, demostrándose así la debilidad del Estado en el caso. Con todo lo que pasó quedó en el ambiente un agrio sabor de la fruta podrida.
En el país desde hace mucho rato se esperaba que la Ministra de Educación Nacional señora Campo entrara en razón y borrara el artículo que imponía el nuevo sistema de financiamiento. En momentos en que se pensaba que el embutido se llevaría al Congreso de la República y éste mansamente podría aprobarlo sin mayor discusión, entró a definirse. Parece ser que la Ministra de Educación no tuvo el coraje de tomar la decisión a pesar de la mayoría del consenso, o fue que la evadió por miedo a asumir la responsabilidad política, y resolvió, tirarle la pelota al presidente Santos, y éste como buen pelotero, la agarró. Y para siempre, se llevó el mérito Santos que decidió en el seno de la Unidad Nacional (coalición de partidos que lo acompañan en el gobierno), borrar el ánimo de lucro del proyecto del gobierno. ¡Por ahora pasó la tempestad!
POSDATA: Razón tenía el novelista italiano Ugo Fóscolo: “La razón es como el viento; apaga una antorcha y aviva un incendio.”