Arrancan los nuevos gobernadores y alcaldes. Así como muchos de los que se fueron quedaron por el suelo por haber cometido y auspiciado actos de corrupción, los posesionados el pasado primero de enero crean muchas expectativas entre la gente y esperanza en la ejecución efectiva de sus propuestas, presentadas durante la campaña y acogidas con entusiasmo por los electores que concurrieron a las urnas. Muchas viables y otras inviables. Sin embargo, el ciudadano cree ciegamente en su elegido. Pero lo que la gente no se imagina, es que éstos, poco después, se tuercen y utilicen el poder para lucrarse y enriquecer a sus amigos a costa de los dineros departamentales y municipales.
Habida cuenta de la experiencia que dejan las malas administraciones ejecutadas por pésimos gobernantes, la gente sigue siendo engañada. ¿Cuántos de los actuales gobernadores y alcaldes elegidos resultarán unos fiascos? Muchos, el tiempo lo develará. Y, nuevamente, viene el arrepentimiento por haber votado por fulanito o zutanito. Pero seguimos votando en busca del redentor. De bulto, en Córdoba, le fue mal a San José de Uré, Montelíbano, San Carlos y Ciénaga de Oro. Moñitos y Los Córdobas, dos de los municipios más pobres del departamento, están en barrena. En otros territorios, sucedió algo parecido, pero la gente ciega no se ha dado cuenta que se los robaron. Siguen los mismos problemas: pésimos servicios públicos y pobreza entre sus habitantes.
Ahora viene el presente. Durante los primeros cuatro meses del año los gobernadores y alcaldes tienen tarea. Acompañados de sus equipos de gobierno, deben preparar los planes de desarrollo conteniendo los programas y proyectos a ejecutar durante los cuatro años de administración y el respectivo plan financiero ajustado a la cantidad de ingresos propios y de participaciones a recibir de la nación. Es una labor que los mandatarios deben emprender responsablemente para no engañar a los habitantes de sus comarcas. Pues los planes de desarrollo no pueden seguir siendo instrumento para burlar a la ciudadanía.
En los planes es donde realmente se ve lo que el gobernante va a hacer durante el mandato. No obstante ser esta la esencia, durante la ejecución se desvían los recursos mientras la gente ni siquiera se inmuta sobre lo que pasa. De modo que la falta de cultura administrativa y la mano negra de ciertos círculos políticos son los que impiden el ejercicio de las veedurías que deberían controlar la gestión pública. A pesar de que el país tiene muchas leyes o leyes para todo, todavía existen vacíos que generan asombro. A propósito, no existe una condena para los gobernadores y alcaldes que no ejecuten los planes de desarrollo. Y el castigo para los que roban no es proporcionado con el daño causado al patrimonio público.
Con todo lo que ha sucedido, las gobernaciones y las alcaldías no se han quebrado, roben lo que roben siguen como si nada hubiera pasado, y los cacos pendientes, esperando al nuevo dueño de casa. Parece que los impuestos como el maná llegan del cielo, dispuestos a la rapiña. ¡Qué vergüenza que en Colombia se piense así! Los indignados sentimos rabia por eso.
POSDATA: Queda la insurrección pacífica propuesta por Stéphane Hessel: “porque de la indignación nace la voluntad de compromiso con la historia.”