En Bogotá se discute demasiado, en eso andamos desde hace más de dos décadas. El transporte público urbano ha sido el plato favorito de este tiempo. A partir de los años noventa el debate se encaminó a definir el modelo que necesitaba la ciudad, cuando ya estaba acosada por la cantidad de inmigrantes procedentes de todos los rincones del país y desplazados de la violencia y el crecimiento territorial se había llevado a cabo sin control. Hace una década eran cinco millones de habitantes, mientras hoy son casi siete millones. Medellín progresa en transporte urbano sin tanta discusión. Y lo bueno, es que consigue apoyo ciudadano, mediático y del gobierno central sin tardanza.
Después de las recientes protestas por el mal servicio de Transmilenio que terminaron en un vandalismo nunca antes visto y censurado por todos los capitalinos, viene la reacción, volviendo a retomarse el tema para resolver un delicado conflicto social. Sabido es que la protesta no es la primera y en tanto subsista el impase tendremos disturbios para rato. Aparentemente la solución que está a la mano, se empeora por el atraso en que deja el gobierno distrital anterior la ejecución de los proyectos de nuevos corredores de Transmilenio y de vías y el mejoramiento de las actuales construidas.
La opinión y los académicos vienen recomendado que Bogotá, como todas las grandes ciudades del planeta, no puede tener un solo sistema de transporte. El ex alcalde Peñalosa, asiduo partidario del Transmilenio, lo ha defendido hasta última hora. Sus contradictores lo rechazan de plano y controvierten este sistema, demostrando que es vulnerable y que puede colapsar en cualquier momento, como está sucediendo. El ancho de las calles y avenidas por donde ruedan los buses de Transmilenio, con el tiempo son insuficientes y no permitirán más buses de los que alberga su capacidad.
Bogotá cuenta con una vieja línea de ferrocarril trazada desde el centro de la ciudad hasta la última calle del norte que ha sido desperdiciada, cuando ha debido servir para complementar la movilización urbana. También se olvidaron del trolebús eléctrico, que existió y sobre el cual hay suma experiencia y que fue la mala administración la que lo llevó al cierre sin haber existido motivo técnico o económico para acabarlo. La construcción de la primera línea del metro todavía no se concreta, mientras el tiempo pasa sin contemplación y Transmilenio se queda sin la media naranja que necesita para ser eficiente.
Después de las recientes protestas por el mal servicio de Transmilenio que terminaron en un vandalismo nunca antes visto y censurado por todos los capitalinos, viene la reacción, volviendo a retomarse el tema para resolver un delicado conflicto social. Sabido es que la protesta no es la primera y en tanto subsista el impase tendremos disturbios para rato. Aparentemente la solución que está a la mano, se empeora por el atraso en que deja el gobierno distrital anterior la ejecución de los proyectos de nuevos corredores de Transmilenio y de vías y el mejoramiento de las actuales construidas.
La opinión y los académicos vienen recomendado que Bogotá, como todas las grandes ciudades del planeta, no puede tener un solo sistema de transporte. El ex alcalde Peñalosa, asiduo partidario del Transmilenio, lo ha defendido hasta última hora. Sus contradictores lo rechazan de plano y controvierten este sistema, demostrando que es vulnerable y que puede colapsar en cualquier momento, como está sucediendo. El ancho de las calles y avenidas por donde ruedan los buses de Transmilenio, con el tiempo son insuficientes y no permitirán más buses de los que alberga su capacidad.
Bogotá cuenta con una vieja línea de ferrocarril trazada desde el centro de la ciudad hasta la última calle del norte que ha sido desperdiciada, cuando ha debido servir para complementar la movilización urbana. También se olvidaron del trolebús eléctrico, que existió y sobre el cual hay suma experiencia y que fue la mala administración la que lo llevó al cierre sin haber existido motivo técnico o económico para acabarlo. La construcción de la primera línea del metro todavía no se concreta, mientras el tiempo pasa sin contemplación y Transmilenio se queda sin la media naranja que necesita para ser eficiente.
La posición del ex acalde Enrique Peñalosa, es extrema, al sostener que, “Transmilenio no es el mejor sistema para la ciudad. Es el único posible, si de lo que se trata es de cubrirla toda.” (El Espectador 17-03-12). Después de todo, Bogotá perdió más de diez años creyendo que Transmilenio era el único medio de transporte como criterio de Peñalosa. Eso pudo incidir para no encontrar la verdadera solución en el corto tiempo. La idea del alcalde Gustavo Petro de aumentar la densidad de la ciudad es buena, además de impedir la ampliación horizontal y la ocupación de los territorios productivos de la sabana, busca focalizar los proyectos de renovación urbana en sitios en los cuales la densidad es baja. Hay sectores donde se sitúa en 4.200 habitantes por kilómetro cuadrado, como lo señala el Plan Maestro de Movilidad para Bogotá, D.C. Definitivamente las ciudades intermedias de Colombia tienen como ejemplo lo malo que le ha ido a la Capital en esto, entonces deben actuar a tiempo y empezar a mejorar sus sistemas de transporte público urbano para evitar que en el futuro estalle un problema que debió resolverse en su debida oportunidad.
POSDATA: Es un buen consejo el del poeta cómico romano Cecilio Estacio “Atiende al siglo que ha de venir y planta a su tiempo un árbol.”