LIBRO BLANCO DE ANTIOQUIA

El Libro Blanco es un documento que relata lo que encontró el elegido gobernador de Antioquia Sergio Fajardo cuando llegó a La Alpujarra en Medellín. Es un ejercicio de transparencia y ética, dice Fajardo. Pues bien, el gobernador tuvo el valor civil de mostrarles escuetamente a los ciudadanos el desorden institucional del gobierno de su departamento cuando asumió el cargo el 1° de enero de 2012. A pesar de que este denuncio es un buen ejemplo que les servía a los otros mandatarios territoriales para informar a la opinión pública a cerca del estado en que encontraron su administración, algunos, donde se sabe que hubo desorden, prefirieron callar en vez de poner a funcionar el retrovisor. Prefirieron el camino incorrecto: “tapar para el que venga también tape”.

El ejemplar contiene un inventario de irregularidades de todo orden. Entre tantas: ausencia de programación de las obras, celebración de contratos sin diseño de las obras y por grandes sumas sin conocimiento que se hayan ejecutado, realización de gastos sin contratos, ejecución de contratos sin interventoría y de prestación de servicios sin cumplimiento del objeto, inexistencia de metodología para la selección de proyectos a cofinanciar y falta de control en las obras ejecutadas y otras sin finalizar.

No menos importante, es el pitazo del Libro Blanco que aumenta el catálogo informando sobre el atraso en el plan de aguas, la ausencia de control sobre los insumos, la existencia de muchos docentes ejerciendo cargos administrativos, la elusión y evasión por ausencia de control en la gestión tributaria, los robos de licores en la fábrica de licores, el déficit en las apropiaciones presupuestales para sentencias y conciliaciones, los excesivos gastos en imagen institucional y el incremento del valor de la nómina del despacho del gobernador en un 55.2%. Y como ñapa, la mala calificación de la gestión de la contraloría departamental por parte de la Auditoría General de la República. O sea, muchos frentes a la deriva.

Fajardo, pone el ojo en la “cueva de Rolando” o en la cueva vacía que encontraron los cuarenta forajidos cuando Alí Babá se cargó con el tesoro. A los alís babás de Antioquia les fue bien, o les puede ir mal, si las “ías” consiguen que la esclava diga dónde está el tesoro usurpado. Como la denuncia del libro de Fajardo es de grueso calibre, quedaría en manos de las “ías” investigar la retahíla de la corrupción detallada por el gobernador. Ojalá, que el destape no se lo lleve el viento como es la costumbre cuotidiana cuando suceden hechos de esa índole. Le faltó a Fajardo evaluar el daño económico y moral causado al departamento.


El plan “Antioquia Legal” de Fajardo, omnipresente, y que ataca todo lo malo que él encontró, puede ser irrealizable en medio de la cofradía de badulaques que penetró a Antioquia al igual que a otras gobernaciones y alcaldías de Colombia. Indudablemente, la práctica de una gobernanza apoyada en los ciudadanos y en la consolidación de la confianza en las instituciones, le serviría a Fajardo. En la medida que transcurran sus cuatro años de gobierno, la evaluación permanente ciudadana sería el termómetro que mostraría si verdaderamente Fajardo pudo organizar la gobernación y está eliminando la corrupción que él denuncia públicamente, o por lo menos, como dijo un ex presidente, reducirla a sus justas proporciones (?).

POSDATA: “Los hábitos son la corrupción de nuestra naturaleza.”, acotó el poeta italiano Niccolò Ugo Foscolo.

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