DE PUBLICANO A BUEN MINISTRO

Cuando el Ministro de Hacienda y Crédito Público de Colombia Juan Carlos Echeverry anunció que se gravarían con impuestos unos productos de la canasta familiar, se vino la protesta contra el alcabalero oficial, que con su anuncio, amenazaba a los pobres privándoles del consumo al sacarlos del mercado de los alimentos más útiles. Si bien, los pobres no comen, con impuestos a los artículos de primera necesidad menos podrían comprar. No es la ocasión para nuevos gravámenes cuando existe una prosperidad fiscal que el mismo Ministro de Hacienda nos viene anunciando desde hace algunos meses atrás.

Los de luneta fueron los primeros en reprochar al ministro, los de platea con menos fuerza  hicieron combo y los de galería, sentados tan lejos, no alcanzaron a entrar en la gritería de los que estaban delante. Es casi imposible que un gobierno se quede quieto y no proponga tributos, parece ser que la maquinaria burocrática del bufete inquisidor apenas sirve para eso. Los impuestos a la comida son el mayor dolor de cabeza de los pobres como los que gravan la propiedad y las ganancias son el de los ricos. El rico avaro odia a los ministros de hacienda como también el generoso pobre que no lo puede complacer. E igualmente lo aborrecen los que piensa que pagar tributos no es bueno porque se los roban los amigos del parlamentario, del ministro, del gobernador, del alcalde o el afinado ciudadano sobornador.

Pero está la otra franja de personas que no les gusta pagar contribución porque ven a los gobiernos derrochadores, gastadores en demasía y dejan latrocinar los dineros públicos con la finalidad de pagar las deudas de las campañas políticas. No hay que olvidar que en el pasado a través de la tributación se abusó demasiado, apenas quedan los recuerdos de los viejos sistemas en que la recaudación era un barril sin fondo, solamente el contribuyente sabía lo que pagaba mientras el Estado no contabilizaba lo que recibía. Fue una época de verdadero desorden administrativo que nadie quiere recordar y que gracias a las cambios en la legislación y el mejoramiento del control se pudo superar. No obstante, después de todo lo que pasó, el entuerto sigue en algunos municipios en que el recaudador, que es el alcalde, transa los impuestos a favor de sus amigos políticos sin mayor recato y temor por la denuncia ciudadana.

Normalmente los ministros de hacienda son publicanos por excelencia, se les va la mano y les gusta que el tesoro siempre esté rico, se olvidan de practicar la eficiencia tributaria (ataque a la evasión y elusión fiscal) como una de las prioridades del manejo fiscal. No hay que desconocer que a pesar de que el sector central de la administración del Estado ha avanzado mejorando el sistema de liquidación, recaudación y contabilización de los impuestos, todavía hay personas naturales y empresarios que pagan poco y pecan al esconder sus utilidades y fortunas.  

Hay muchos “Zaqueo de Jericó” que de ministros de hacienda repiten la historia, la única diferencia que tienen de Zaqueo es que no se arrepienten por haber cobrado demás, después de todo son coronados, se les nombra en otros ministerios y en cargos diplomáticos, o seleccionados para jugosos contratos de prestación de servicios o el ejercicio de la profesión de lobistas. La gente quiere que el Estado sea un administrador eficiente de los tributos, así como lo hace un buen padre respecto a su salario y hogar. Señor Ministro de Hacienda Echeverry, sea como el padre y nunca publicano como Zaqueo.  
        
POSDATA: Un consejo que entregó el filósofo griego Pitágoras: “La prudencia es el ojo de todas las virtudes.”

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