Salió del cuarto de San Alejo el proyecto de ley que eliminará tres ceros al actual peso colombiano. Desde el año 2000 algunos andan con ese propósito, llegó al Congreso y se hundió, luego en el 2010 se insistió y nuevamente fracasó. Ahora se revive con el respaldo de portentosos sectores políticos (incluido el Presidente de la República y el Gerente del Banco Central) y ciertos medios de comunicación que hacen eco a todo, cuando no es una necesidad urgente para el país que demanda el estudio de otras cuestiones sobre las cuales hace falta legislar.
El dinero tiene como función principal servir de medio de cambio o de pago. Si antes la gente se interesaba tenerlo en cuentas de ahorros, ahora no, porque los bancos no pagan los intereses que las personas esperan como retribución. Sin embargo, la mayoría de las transacciones comerciales se hacen a través del sistema bancario, así las empresas mantienen la plata en depósitos y sucede lo mismo con los trabajadores que se les paga obligadamente a través de los bancos.
Apenas es natural que la reducción de ceros se da en una nación cuando la inflación es muy alta y la gente tiene que movilizar mucha plata en los bolsillos para hacer las compras, no es el caso colombiano en que la inflación no ha sobrepasado un dígito en los últimos diez años, gracias al control ejercido por el Banco de la República que tiene a su cargo esa tarea. Es menos justificable el cambio cuando la gente del común no se queja por los billetes de hoy y quiere mucho al de mil pesos que circula con la imagen de Jorge Eliécer Gaitán. Me decía un ciudadano en un correo que recibí: “esas son vainas de los antigaitanistas o de sus descendientes que todavía los hay bien colocados en la burocracia oficial.”
En este momento en que la fiebre del cambio de la moneda prospera eliminando tres ceros, los sectores de la población de a pie consideran el proyecto de poco interés y ven al Congreso tan desocupado que no dudan que lo tramitará sin mayor estudio, demostrando una vez más la baja carga de trabajo que tiene. El billete de mil pesos quedaría convertido en un peso. Sencillamente, la modificación lo que sí tendría como objeto es disminuir las grandes cifras contables de las empresas y de los balances de los multimillonarios, especialmente de sus utilidades y rentas, mientras que para el noventa por ciento de la población el beneficio exaltado no llama la atención.
Si hoy un plátano vale ochocientos pesos es posible que no se compre con los ochenta centavos del nuevo peso, sino que llegue a aumentarse hasta valer un peso nuevo. Así sobrevendrán las acostumbradas aproximaciones que conllevarían al encarecimiento del costo de vida para las clases medias y pobres. Pues para el rico, esos veinte centavos no representarían mucho, pero para el pobre demasiado porque le quita una gran parte del salario. Eso sí a los que le servirá el cambio es a los narcotraficantes y a los corruptos que sobornan funcionarios públicos que no tendrían que cargar grandes sacados de plata sino pequeños maletines.
El gerente del Banco de la República está complacido con el esperpento, en tanto que por el otro lado, él patrocina la inmolación que se le impone a la gran mayoría de la población, facilitándole a los bancos que cobren más caros los intereses de los préstamos a los usuarios del sistema bancario. Pues para algunos pertenecientes a la encopetada academia el plan es excelente y harán parte de la comparsa que enfilará las baterías para que todo se fragüe. ¡Burla, burla para los humanos en Colombia!
POSDATA: ¡Oh!, si los príncipes fuesen los que les dicen que son.”, es expresión del tratadista español Juan de Zabaleta.