EN QUÉ ANDAN LOS DIRECTIVOS DE LA U. DE CÓRDOBA

Es cierto que la Universidad de Córdoba, la única pública en el departamento, se ha visto envuelta en los mayores escándalos de corrupción política y administrativa desde su nacimiento, con excepción de algunas épocas en que reinó la ética en su gestión. Directivos, rectores, profesores, alumnos y administrativos han sido protagonistas de ese erróneo procedimiento para reclamar derechos y reivindicaciones, sin que casi nunca hayan pensado en el deber de velar por su conservación central de educar y prestar servicios a la sociedad cordobesa, a la del Caribe y a la colombiana.

Estos hechos y actuaciones más que un vicio son una enfermedad cancerosa de nuestra universidad pública que contamina tanto a las grandes como a las pequeñas. No es el diálogo y el acuerdo el común denominador el que reina en la toma de decisiones, sino la arbitrariedad y los excesos, empezando por sus superiores que vienen dando mal ejemplo con la anulación de la autoridad que ha dado lugar a la anarquía y que sabemos que siempre termina en la intransigencia en un balcón y la piedra y el palo en el otro.

En el caso de la Universidad de Córdoba, los representantes del gobierno y del Ministerio de Educación en el Consejo Superior, a pesar de que no han sido diligentes en su obligación de establecer la paz dentro de la comunidad universitaria, aún siguen allí. Parecen ser obedientes a ciertas órdenes de directorios políticos o intereses supra personales, en vez de seguir la cartilla académica que dicta claridad en sus posturas y decisiones para la orientación de los demás consejeros. Se observa, más que eso, el esquince a la ley, a los estatutos y a la ética, como pudiese ocurrir en cualquier despacho de inspector de policía de quinta categoría. ¡De malas la Universidad de Córdoba!

Dos rectores, tres secretarios y el quita y pone es la nota singular del manejo administrativo de la universidad, que así como anda, no garantiza la estabilidad académica. La Viceministra de Educación, asistente a la última sesión del Consejo Superior, sinrazón no dio la talla como se deduce de la información publicada por la prensa local. Convidada de piedra, dirían unos; incapacitada para manejar a los cerreros, pensarían otros; o hacerse la ciega, para que la politiquería funcione a cabalidad. Tres caminos que conducen a la inercia.

A los consejeros hay que recordarles, en este momento de mal ejemplo para los muchachos que allí estudian, que educar al hombre es prepararlo para ser útil a la sociedad, que la educación debe girar hacia el respeto y el trabajo como primer deber social y que también es su finalidad convertir al joven en verdadero ciudadano. Sin duda, la preocupación por la educación universitaria, que ocupa un lugar preferencial en la tarea de los padres y de los jóvenes, debería ser extensiva a los gobernantes y a toda la sociedad. Un punto crucial, aunque oculto en la discusión, es la vinculación que ella debe tener con el medio social, producir conocimientos y contribuir a refundar las estructuras sociales, económicas y políticas de la región y de la nación. Lo que pasa en la Universidad de Córdoba nada de esto busca.

Dentro de esa tarea comunitaria de edificación, la universidad debería ser ejemplo de comprensión mutua, respeto a las ideologías individuales y solidaridad recíproca de sus estamentos con la misión de transformación que se emprenda para mejorarla, sin menoscabo del acatamiento a la participación y al debate próspero que engrandece su papel de educadora y transformadora social, todo dentro de un orden de paz para la sostenibilidad educativa. ¡Por supuesto, esto no se ha visto últimamente en la Universidad de Córdoba!

POSDATA: Acertado fue el novelista español Fernando de Rojas: “Miserable cosa es ser maestro el que nunca fue discípulo.”

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