Hace apenas dos meses falleció en Montería Carlos Varela Pérez, coordinador de la Red Ver de Córdoba. Fue un enemigo de los pactos de silencio: “yo te doy, tú me das”. Conservaba el epígono característico de nuestros honrados y tesoneros padres. Con razón se había metido en llevar adelante un proceso de limpieza social en contra de los defraudadores del erario público en el ámbito departamental. La última vez que lo vi fue en su casa de habitación en el mes de agosto del año pasado. Había hablado con él telefónicamente y acordamos la cita hacia el mediodía de un domingo.
Al llegar a su residencia, observé que todas las puertas de entrada estaban bien protegidas, un policía situado en una esquina de la calle atendía su seguridad salvaguardándolo de sus adversarios. Me recibió después de que su hija se cerciorara de la identificación del visitante. Con acceso aparte y distinto de la puerta principal de su morada, entré por una pequeña que conducía a su oficina, me atendió mediante un efusivo y familiar saludo. Se sentó en su escritorio que estaba repleto de papeles y empezó el diálogo. Lo primero que me dijo fue que el acoso lo había convertido en un ermitaño, que por la situación de hostigamiento estaba alejado de la causa, pero que habida cuenta de la gestión adelantada, se sentía satisfecho al haberse logrado sembrar la semilla de la honradez en la administración de los negocios públicos.
Portaba el veedor Varela un chaleco antibalas que aumentaba el tamaño de su cuerpo y al lado derecho sobre el escritorio un revólver. Al darse cuenta que mi mirada se había puesto en la pistola, exclamó: los enemigos de la veeduría me obligaron a empuñar el arma. Entendí que era para defenderse del criminal que lo espiaba, por lo menos, su expresión facial así lo estaba confirmando. Son unos políticos locales y delincuentes a sueldo, los que están listos a asesinarme. Sin tapujos manifestó que la protección que las autoridades le brindaban era la mínima, por lo cual no había tranquilidad vital y sea como sea, se confirmaba que se sobreponían las fuerzas de los cleptócratas que lo perseguían como el ratón al queso.
En la entrevista me habló de los casos de corrupción que él había denunciado, algunos con éxitos y otros en la penumbra. A pesar de que lo noté sin entusiasmo para seguir en la obra veedora, lo invité a reanudarla en defensa de los intereses de la administración pública local y de la región, hablamos de la posibilidad de realizar un seminario sobre participación y veeduría ciudadana, pero fue un punto aparte, sin conclusión de idea. Más bien puse mi atención en lo que decía. Consideraba Varela Pérez que la lucha, aunque había dado grandes resultados, se había agotado y por lo tanto, era demasiado arriesgado continuar, pues el enemigo estaba presente por donde él pasaba y los sectores comunitarios, con algunas excepciones, lo habían dejado solo. Hasta aquí mi apreciación de la emboscada en que se encontraba en sus últimos días de vida el doctor Varela Pérez.
Después de su muerte, la casta de Carlos Varela Pérez deberá sentirse orgullosa de que el padre de familia desaparecido ejerció su trabajo con dignidad, sobreponiéndose a la adversidad y al acecho de los conspiradores en la sombra.
POSDATA 1: Con exactitud expresó el tratadista inglés Bernard Shaw: “No importa cómo muere un hombre. Lo importante es cómo vivió.”
POSDATA 2: Es oportuno desear que a Montería le vaya bien en la inauguración y celebración de los XIX Juegos Deportivos Nacionales. Igualmente, que los participantes cordobeses se distingan en las diversas disciplinas deportivas.