Una minoría insiste en las corridas de toros y una mayoría las censura. Bogotá las clausuró. Veamos cómo se llevan a cabo. Escena 1: La plaza está llena de taurófilos. El espectáculo tiene sus protocolos. Hay un presidente de la plaza, encargado de mantener el orden, anunciar el inicio y otorgar los premios, teniendo como ayudantes a los alguacilillos. El palco de honor, es el lugar más bello de la plaza, ocupado por los presidentes y las autoridades locales. Sobre el toril están los dueños del ganado. En un palco elevado se sitúa la orquesta imprescindible en la fiesta brava. Escena 2: Aparece en la plaza el desfile de toreros y sus cuadrillas, los asistentes se ponen de pie expresando las emociones y cubriendo el espacio con el sonido de las palmas.
Escena 3: De los toriles, el toro sale fresco y arrogante. Desde las gradas un vocero anuncia la hacienda a la cual pertenece el animal, el peso y la raza. Corre por toda la pista de la plaza, persiguiendo al que ve, mientras los humanos se protegen en el burladero. Los subalternos lo mantean, como teatro previo a la salida del torero principal. Escena 4: Sale el picador montado en un caballo vendado. Con toda la fuerza el robusto hombre pica al toro en el morrillo con la puya de forma cónica como la punta de un lápiz y el toro se defiende, envistiendo al primer verdugo encaramado en el acolchonado corcel que es protegido por los monosabios.
Escena 5: Salen los banderilleros con sus instrumentos que son una especie de arpón cuya punta es parecida a un anzuelo de pescar. El primero le coloca dos al brioso animal, el segundo pincha en la carne un par y el tercero con más fuerza clava otro dúo. Así la bestia soporta seis tachuelas en sus carnes, derrama sangre y con la lengua afuera comienza su fatiga. Los aficionados aplauden con fuerza a los banderilleros y los más aberrantes se paran con emoción llamando la atención para que los demás asistentes sigan el ejemplo.
Escena 6: Empieza la faena en medio de la tarde. Las carnes del rumiante tiemblan a causa de las heridas que le produjeron las banderillas que cuelgan del cuerpo que desprende un caudal de sangre. La fiera está más agotada. Sale el primer torero del cartel anunciado, saluda vehementemente y tras cada pirueta propia de su labor emotiva al público que responde con un olé y olé en medio de los aplausos sonoros. El comentarista de la plaza transmite la contorsión del torero, el instinto atávico de protección del toro y ensalza o disminuye el protagonismo de uno y otro. El diestro recibe aplausos de la afición.
Escena 7: El diestro se alista a matar. Hace volteretas para demostrar que tiene dominio sobre la bestia. Alista el estoque y lo entierra en la masa, atinando al corazón y a los vasos sanguíneos que lo rodean. Luego, el torero actúa para marearlo. El toro cae, derrama sangre por el cuerpo y la boca, su lengua se convierte en canal hemorrágico. Actúa el último verdugo musculoso, que lo remata, clavando un corto instrumento punzante de descabellar. Escena 8: Llegan las mulillas y lo arrastran, llevando al animal hasta el desolladero, y como en cualquier matadero de pueblo, lo desuellan. Terminada la festividad, el público corre a los bares y restaurantes a brindar por el torero que salió por la puerta grande, acompañando la reunión con manjares ibéricos y vino madurado hasta perder la memoria.
POSDATA: La reina del carnaval de Barranquilla Daniela Cepeda, declaró que los barranquilleros llevan el “gen carnavalero”. Igualmente, se podría decir que los pueblos de Bolívar, Córdoba y Sucre tienen “gen placero” o “gen corralero” por la celebración de las fiestas de corralejas. Aun así, las autoridades están obligadas a normarlas para que no se maltrate el toro y la gente participe civilizadamente.
(19-04-13)