TRAS SUSPICACIAS Y SUSPICACIAS

El escenario es propicio para que el ciudadano de a pie que ve y oye se forme una idea de lo que pasa y así sea tan suspicaz sobre lo que observa y oye. Tras los hechos, los colombianos saben que el país no tiene justicia, los más optimistas opinan que apenas funciona a medias y las víctimas niegan la posibilidad de que exista en un medio propenso a la corrupción. Es muy triste, que después de tantos años, el país no haya cambiado. Un crimen en el presente es tan difícil de descubrirlo y señalar responsables, como lo era en el pasado. Reina un medio hostil en la justicia para llegar a la verdad. Y hay un cartel de abogados que impone las reglas de juego.

La impunidad sigue imperando, la plata pública no alcanza y los políticos se oponen a una buena reforma. En el último proyecto reformatorio se notó, que una mayoría de congresistas la aprobó a su medida y a la de sus amigos de las altas cortes, mientras una minoría y la gente (que no estaba de acuerdo) apoyaron al gobierno para sepultarlo. La justicia, como lo había sentido en el pasado Francisco Bruno, apenas si ha sido y es un episodio de la gran comedia nacional, en la cual la política, la intriga y la mentira han representado y representan, con la más perfecta habilidad y maestría el papel de protagonistas eternos.

La constitución de Colombia ha avanzado en la letra de los derechos humanos y la organización política, pero mucho está petrificado en los textos, sin la dinámica para acortar la actividad procesal y convertir a la justicia en un instrumento eficaz y auxiliar de la paz. En las barandas de los juzgados y tribunales se habla un lenguaje tan confuso que despista al ciudadano y lo lleva a desconfiar. No hay el acercamiento acostumbrado entre funcionarios y clientes, que en otros sectores del servicio público se ofrece.

El magistrado, de tribunal o corte, se engorda con el título de honorable. Claro que hay unos humildes que no se engrandecen con ese laurel a pesar de que se lo merecen. Para ser honorable se debe poseer cualidades ganadas, un hombre inteligente, honesto, digno, modesto, de buenas costumbres y respetuoso de la carta política y la ley y no solo lleno de títulos académicos. En la concepción magistral del profesor Bruno, una vida consagrada a las disciplinas jurídicas, un sabio, sabio de verdad, un apóstol y un profesor de ética.

Los magistrados gozan de privilegios que no tienen los demás ciudadanos, prolongándose en el retiro. Disfrutan en el ejercicio y luego en la práctica independiente del derecho. Pues no es un secreto que la magistratura le entrega una posición especial al retiro, un título entre los litigantes, una vez abre el bufete de abogado. Algunas pretenden conservar los fueros por encima de los demás funcionarios públicos y ciudadanos. Los derechos adquiridos valen para algunos magistrados cuando el común es excluido.

En momentos en que la Corte Constitucional discutía el tope de las pensiones, salió a relucir la extravagancia del presidente de la Corte Suprema de Justicia, Javier Zapata, cuando manifestó que los salarios y honorarios de las altas cortes “son intocables”. Y dijo: “Tenemos que hacer valer nuestra independencia que radica también en los sueldos y que si se van a tocar es para aumentarlos pero no para mermarlos porque eso nos quita la independencia judicial.” (El Tiempo 24-01-13). ¿Honorables?

POSDATA: Del autor: “La razón y la sensatez deben imperar sobre la pasión y el arrebato.”

(26-04-13)

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