HAY UN DESBORDAMIENTO ÉTICO

¿O será, más bien, que la corrupción bíblica está tomando proporciones colombianas?, es la conclusión a que llega Juan Gossaín en la crónica publicada en el diario El Tiempo (29-05-3), la cual resulta puntual después de hacer un análisis de algunos pasajes de la biblia. La corrupción está latente en Colombia y la angustia se apodera de algunos sectores que se espantan ante lo que sucede. Antes, era común la pública, ahora se ahonda, porque la privada avanza y a causa de la ineptitud de la justicia y el control, se abre el boquete para la prosperidad del delito.

Ante tanto abuso y desenfreno de los funcionarios públicos y directivos empresariales, los ciudadanos repiten: si el “oro se oxida, ¿con qué se le devolverá a dorar?”. Los organismos de control no alcanzan a investigar el desbordamiento ético y moral de la república, mientras el delito y el crimen crecen en proporción geométrica, las investigaciones y la sanción en proporción aritmética.

Normalmente en la provincia poco se sabe de lo que pasa en el país, apenas la gente se entera sobre los hechos locales y nada más. El análisis de los acontecimientos se restringe a una minoría que domina la opinión en las reuniones sociales, y comúnmente, la persona con más influencia política impone el pensamiento a los demás. El criterio unificado sirve de ropaje que atrapa a la élite local y la lleva al ostracismo. El pueblo piensa independiente cuando reina la libertad.

Es común que en Colombia no haya sanción social para el delincuente, al condenado en la cárcel le va mejor que libre, allí goza de grandes privilegios, las “palancas” funcionan a la perfección y el tratamiento en la celda es benévolo, cuando sale se le tiende la alfombra para que entre coronado a la élite como un héroe.

Tomarse un ministerio o una gobernación o una alcaldía o una entidad pública es tan frecuente en el país, y como común es, se ha convertido en fuente de riqueza de los promotores de la respectiva organización política. El ministro o el gobernador o el alcalde o el jefe y sus amigos se enriquecen y se convierten en un factor de poder armado que amedranta a la gente, frenando el denuncio ciudadano ante el peligro del asesinato. Frente al enriquecimiento ilícito, la investigación de la Fiscalía se achica o se desvanece. Así, se han consolidado mafias bien organizadas que superan el propósito delincuencial de la guerrilla, del paramilitarismo o de las bacrim.

Al procurador Alejandro Ordoñez no le parece nada grave el comportamiento de la magistrada Ruth Marina Díaz, presidenta de la Corte Suprema de Justicia. Es posible que la juez no haya violado la ley, pero su comportamiento no es correcto ante los ojos de la sociedad, puesto que ella representa la cabeza de la justicia. Sr. Procurador la actuación de la susodicha magistrada viola el código de ética de los colombianos decentes, así es de sencillo.

La gata y sus gaticos, la magistrada, el empresario que engaña a sus clientes, el contratista, el criminal, etcétera, son agentes que han creado el estilo de actuación maloliente, corrupto y mafioso en el país. Es la avaricia, la codicia, el egoísmo, la ansia por el poder, la competencia y la astucia, entre otros defectos a la medida del actor, los que han llevado a que algunos colombianos rijan su vida privada y pública por un código de conducta irregular.

POSDATA: “Necesitamos la libertad para prevenir el abuso del poder del Estado y la necesidad del Estado para prevenir el abuso de la libertad.”, razonó el filósofo austriaco Karl Popper.

(31-05-13)

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