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Normalmente la gente viaja al exterior y no se entera de las relaciones de las personas que viven en el país que visitan, por ejemplo, de sus costumbres de consumo, tradiciones y qué tanto están satisfechas con lo que hacen sus gobiernos. Comúnmente los burócratas que salen se encierran en un hotel y apenas tienen contacto concreto con la misión que van a cumplir. Nada mejor para conocer un país, que quitarle la máscara que tiene el ambiente social existente, y aunque nos parezca algo insignificante, es con miras a conocer las relaciones humanas. La observación sirve, principalmente, para cotejar con lo que hay en el nuestro y mejorar muchas cosas. A cada paso se halla algo distinto.

En Estados Unidos, es común que el visitante se encuentre con una persona, por ejemplo, de raza negra, y tenga que oír expresiones que van en contra del estado social capitalista. En Washington, escuché a una señora que estaba parada al lado de un albergue muy cerca del capitolio nacional, y decía: “ustedes: aquí, miren aquí, conozcan esto, donde está la gente de carne y hueso. Esto es el Washington verdadero. No sean cobardes….esta es la verdadera ciudad.”  ¡A simple vista, es Irónico el mensaje! Pero expresa más de la cuenta.

La revelación de la mujer era para que el extranjero que transitaba por la calle, y presintiendo, que iba rumbo al capitolio nacional estadounidense, símbolo de la democracia norteamericana, no tragara entero creyendo que todo allí es color de rosa: abundancia y bienestar y que los pobres no son menos pobres que los de otros países. Viéndolo bien, hay pobres a la vista en Washington, en Nueva York, en Boston y en otras ciudades del Norte. Pero lo que sí se mermó, fue la discriminación racial.

Hoy al negro se le respeta y convive con el blanco en la calle, en los medios de transporte y en los restaurantes. Lo que sí vale en los Estados Unidos es el respeto por lo público, lo cual entre los colombianos está por el suelo. Esa misma conducta la sigue todo el que vive allá sea nacional o extranjero o inmigrante sin papeles. Aquí, en Colombia, lo público vale mucho pero se lo roban, lo pisotean y con la mala conducta rompen el himen de la decencia, y en lo económico, se aprovecha por el político, o el funcionario público, o el empresario inescrupuloso para incrementar su patrimonio.

En nuestro país, verbigracia, las  corporaciones se lucran de las altas tarifas de la telefonía móvil y fija. Mientras en Estados Unidos el teléfono fijo tiene tarifas únicas a todo el territorio nacional, posicionándose de bajo costo y necesario en el hogar y en la empresa, en Colombia su uso se limita a la respectiva ciudad constituyéndose en un servicio caro y en desuso. Y sobre la telefonía móvil, las tarifas son muy altas y las quejas por mala calidad exceden cualquier expectativa de prestación de un buen servicio.    

En ese país, el conductor de automóviles acata las normas sobre señalización y del peatón. La policía respeta la libertad del ciudadano y comprende que tiene límites, su poder controlador se siente porque sabe mucho de la gente, y así, con su comparecencia oportuna demuestra que hay gobierno. En Estados Unidos, la presencia del hombre y la mujer hispana está en todas partes. En la calle, en el supermercado, en las líneas del metro, ya sea como transeúnte o como empleado de cualquier servicio estatal o privado y trabaja con esmero y entusiasmo, contribuyendo al engrandecimiento económico de un país aunque no es el suyo.


POSDATA: Buen raciocinio el del novelista francés Henri Marre Beyle: “El pro y el contra se encuentran en cada nación.”

(29-11-13)

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