FÁCIL ES HABLAR DE INSTITUCIONALIDAD

Nos acostumbramos a escuchar diariamente la voz alzada de ciertos altos funcionarios del Estado y de algunos miembros de las fuerzas armadas, hablando del respeto a la institucionalidad, precisamente lo hacen cuando se trata de defender sus propios intereses. No han entendido esos señores que la institucionalidad es de doble vía y que se atenta contra ella por una irregular conducta de la persona en el ejercicio de funciones públicas en momentos en que se extralimita u omite el cumplimiento de los textos constitucionales, de la ley y de los reglamentos en particular.

A simple vista es muy bonita la cantaleta mediática de difundir el respeto a las instituciones del país sin mirarse asimismo y sin tener en cuenta que la conducta heterodoxa del individuo es la que atenta contra la transparencia, en el momento en que su actuación atropella la ley, o cuando consiente que haya desbordamiento de las ejecutorias de sus subalternos.  

Siempre en el momento que se destapan hechos sorprendentes de corrupción pública, esos predicadores de la moral salen peregrinamente a hablarnos de institucionalidad cuando ellos la vienen pisoteando recurrentemente, y consecuentemente a esa postura salpican de heces a las propias instituciones que ellos representan o a las cuales pertenecen.

Se observa así que esto se viene aceptando sin mucha réplica al no entenderse que es una derivación de la torpeza y del descaro en el desempeño arbitrario de algunos funcionarios del Estado que quieren tapar con las manos algo de bulto imposible de ocultar. En época de campaña política es en el tiempo que más se ven los actos extravagantes que esconden muchas verdades y que la sociedad repugna, pero que la hipocresía de un sector social adepto a los protagonistas se impone para ocultar la verdad con doble cobija, dejando oculta  la profundidad de la herida por donde sale pus.

Durante esta semana que termina salieron a relucir los escándalos de corrupción cometidos por ciertos miembros de la cúpula de las fuerzas armadas, actos que sin duda se constituyen en expresiones delictivas si se llegan a comprobar definitivamente y que de un modo expreso atentan contra la institucionalidad y su prestigio. Sobre este caso concreto fue tal la sorpresa de los colombianos, que posteriormente a la denuncia y retiro de los presuntos comprometidos por parte del Gobierno Nacional, se hubiesen escuchado voces de extrema arrogancia para tratar de defender la conducta despreciable denunciada.

Pues lo más grave es que los militares que incurrieron en esas prácticas dolosas le faltaron abruptamente el respeto a la “Patria, al Honor y a la Lealtad” y de la misma manera ofendieron a los soldados, tenientes, coroneles y generales que sí están prestando un valeroso trabajo al pueblo de Colombia en su defensa y seguridad, de frente a la  guerrilla, a las bandas criminales y a los facinerosos del común.   


POSDATA: “Con el ruido de la guerra no oigo el de las leyes.”, mensaje que dejó el político romano Cayo Mario.

(21-02-14)

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