Los de la FARC
desde La Habana nos tiran piedras y en ocasiones tiros. No dejan de responder
ante cualquier opinión de carácter nacional, sin que todavía los colombianos
hayan aprobado el acuerdo como resultado de las conversaciones de paz entre
ellos y el gobierno. En momentos son demasiados lenguaraces, respondones y
atrevidos. Lo recomendable es que obren prudentemente y así nos va mejor a
todos.
Las víctimas no han
muerto, están vivas. No deben olvidar los jefes de la FARC que un sector de la
población no los quiere y difícilmente los querrá, pero de ese coco duro se
está encargando, haciendo pedagogía, el resto de compatriotas que apoyan el
proceso de paz. No hay que ser olvidadizos, la guerrilla lleva luchando contra
el establecimiento sesenta y cinco años, sin haber logrado hasta la fecha nada
provechoso para el progreso de la nación, pues en tanto tiempo de
enfrentamiento no se ha podido convertir en una oposición promotora de reformas
sociales.
Así como Luis
Alberto Morantes (alias Jacobo Arenas) y Manuel Marulanda Vélez (alias
Tirofijo) murieron de viejo en la lucha guerrillera, los actuales jefes van en
esa misma dirección si en La Habana no llegan a un acuerdo con el gobierno y
con la población civil que ha sido la principal víctima y que ha puesto el
pellejo y las tumbas. Los soldados y policías enfrentados y caídos hacen parte
de las familias colombianas. Son muy pocos los nacionales que no han sufrido un
acto de violencia ejecutado por la guerrilla.
El proceso de paz
oficial que se realiza en La Habana es para llegar a una resolución que
beneficie a todos los colombianos. El apetito voraz mediático de los voceros de
la guerrilla no se compadece con la expectativa que se tiene sobre el posible
arreglo. En vez de la inconsistencia en la palabra, es recomendable a las
cabezas de las partidas la sensatez y la reflexión para atraer a los
inconformes que no aceptan, en los términos previstos, la negociación.
Los jefes
guerrilleros tienen que meterse en la cabeza, que como colombianos, caben en la
nación, a no ser que sigan pensando vivir en la clandestinidad, con los fusiles
y las balas y algunos en la
concupiscencia.
POSDATA UNO: Señala
el filósofo norteamericano Edward W. Emerson: “Tanta prudencia se necesita para
gobernar una casa como un imperio.”
POSDATA DOS: Los
últimos días han estado muy movidos. Dos
ministras se destaparon (como dicen ahora salieron del clóset) Cecilia Álvarez
y Gina Parodi. Dos congresistas hicieron lo mismo, Angélica Lozano y Claudia
López. Faltan más ministros, más congresistas, gobernadores, alcaldes,
diputados, concejales, magistrados, empresarios, actores, militares,
periodistas y demás personajes de la élite social. El homosexualismo entró en
la sociedad colombiana cuando antes era una afrenta social pertenecer a este
grupo. Las apuestas están en la cobardía de las personas ocultándose, en vez de
la valentía para salir del clóset como lo hicieron pomposamente las mencionadas
ministras y congresistas.